Alrededor del mundo podemos encontrar que en cada cultura y religión el misterio de la muerte está presente y existe una enorme necesidad de comprender que pasará
después, la muerte es el final de todo o hay la esperanza de la trascendencia.
EL RITUAL EN LA COMIDA.
Como en muchas otras culturas en el Ecuador también existe un ritual para los muertos.
“Que la comida sea tu alimento y tu alimento tu medicina” Hipócrates.
En el Ecuador podemos encontrar variadas festividades relacionadas profundamente con las diferentes épocas del año, con los tiempos de siembra y cosecha, cambios de estaciones que cuentan con una comida típica.
En estas fiestas compartir la mesa se convierte en un acto ritual, su significado dependerá de la forma en que la persona se relaciona con este momento. Se crea una atmósfera que facilita sentirse como parte de una comunidad.
“La vida y la muerte son hilos del mismo tejido de la existencia” (Bendayan 2011, pg. 238)
EL MISTERIO DE LA MUERTE.
El mayor misterio de la existencia humana es el de la muerte, algo inevitable, que tarde o temprano llegará y nos tocará de alguna manera. Al ser un arquetipo conlleva en sí misma la idea de los opuestos por un lado destrucción y por otro renacimiento.
Como dice Green: “Cualesquiera sean nuestras habilidades, esfuerzos, aspiraciones y acciones la muerte ha de venir al encuentro de todos. Fuerte o débiles, inteligentes o ignorantes, ricos o pobres, buenos o malos, todos tendremos que inclinarnos ante el gran nivelador.” [1] (Greene. 2002, pg.269)
Podemos ver en mitos y rituales de todo el mundo la necesidad de digerir el tema de la muerte, para poder vivir la vida con la certeza de su llegada y poseer la capacidad de tener la esperanza de que la muerte no es el fin, sino el principio de algo superior.
[1] Greene Liz. Sharman-Burke. El viaje mítico. Edaf. Madrid, 2002, pg. 269.
VISIÓN DE LA MUERTE EN LOS PUEBLOS ANDINOS.
“Se le preguntó a Jung cómo debía prepararse uno para morir, a lo que respondió, que uno debía continuar viviendo como si la vida durara eternamente”[1] (Nichols. 1988. pg. 332.)
Para las culturas andinas el tiempo transcurre en espiral, la vida es un proceso y parte de esa vida es el hecho de la muerte. Éstas culturas están en contacto muy cercano con la naturaleza y conocen la sabiduría de los ciclos, cada final tiene un nuevo comienzo y éste en su momento llegará a su final, así el proceso es continuo e interminable, y la muerte es parte de este eterno transcurrir.
En la elaboración de la Colada Morada se puede apreciar el aspecto religioso que menciona Jung, los símbolos que aparecen en su preparación y su consumo son un sincretismo de las creencias religiosas andinas y españolas. Tiene una similitud con el momento de la comunión de la misa católica, el vino es de color oscuro y representa la sangre; igual la Colada Morada; por otro lado, la ostia es el cuerpo de Cristo, las guaguas de pan representan al muerto que se ingiere.
LA ACTITUD FRENTE AL RITUAL.
La actitud con la que la persona vive el ritual es fundamental para que haga eco en su interior y se sensibilice con el proceso, los actos que conducen a su creación son los que van dando significado y sentido al momento, la atmósfera que invade todo, algo de ese alimento nos conecta sin pensar con el tema de la muerte, de los muertos, de la posibilidad de nuestra propia muerte.
El inquietante tema de la muerte probablemente sería muy difícil de abordarlo socialmente sin un medio simbólico como la Colada Morada, es a través del rito del día de los difuntos que se da ese espacio psíquico seguro y necesario.
EL MUNDO DE LOS MUERTOS.
El ritual de la Colada Morada es un acercamiento al mundo de los muertos, un recordatorio de los que ya han partido, pero también una confrontación con una realidad ineludible, la muerte está presente en la vida y es un final, pero desde este punto de vista un inicio a un tiempo más significativo.
La importancia fundamental del ritual de muerte no está relacionado solo con saber morir, sino también con el saber vivir para poder morir
LA COLADA MORADA UNA FORMA SIMBÓLICA DE INTEGRACIÓN PSICOLÓGICA.
La comida no solo es alimento para el cuerpo, hay algo más implícito en el acto de comer sobre todo en festividades y ceremonias, al comer nos estamos nutriendo totalmente. La comida en las festividades encierra un simbolismo tanto en los diferentes ingredientes que se utiliza, como en la forma en que se prepara y en el momento del año en que se lo consume.
Se podría decir que la Colada Morada junto con las guaguas de pan, son una metáfora de la muerte y de los muertos, tiene en sí un sentido profundo de transformación, asimilación, de la esperanza de trascendencia y de integrar en nuestra psique el proceso de muerte-renacimiento. Al ingerirla se integra la sustancia del muerto, su experiencia, su legado, su sabiduría; las guaguas de pan representan el cuerpo del difunto lo más concreto lo que se transforma. Se está bebiendo también la esencia de la vida su dulzura y su acidez. La inevitabilidad de los ciclos, de los cambios continuos durante la existencia. Todo es transitorio, todo se transforma.
La Colada Morada es un medio para trasmitir a las futuras generaciones toda una gama de lo cultural, una forma de abordar los temas que dan sentido a la vida y una manera de hacer alma como lo diría Hillman.
LO ETERNO EN EL SENO FAMILIAR.
Cada familia tiene su propia manera de preparar la Colada, su secreto para el sabor, su forma particular, eso que ha sido trasmitido a través de muchas generaciones. Sin embargo el símbolo se manifiesta espontáneamente. Es la tradición lo que permite que el ritual cumpla su función.
La Colada Morada y las guaguas de pan son una metáfora de la vida y la muerte, del sentido de morir, pero también de la posibilidad de que haya un más allá y de que no seremos olvidados. La necesidad de continuidad después de la muerte está presente en todas las culturas. El día de los difuntos da la oportunidad de renovar cada año el mito de la inmortalidad.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICOLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
ANALISTA JUNGUIANA
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Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia