LO QUE NOS DA PAZ.

Dedico este artículo a aquellas personas que han decido elegir el camino de crear paz para sí mismas y los demás.

 

VIOLENCIA O NO VIOLENCIA.

Esta es la época en la que nos ha tocado vivir, la violencia si revisamos la historia se encuentra presente en cada episodio de la humanidad, sin embargo eso no es un consuelo, la violencia que experimentamos ahora es la que nos va marcando porque la vivimos en carne propia.

No es sólo la violencia presente en guerras, enfrentamientos armados, no es sólo la violencia debido a diferencias ideológicas o religiosas, no es solo la violencia de los políticos que ofrecen una cosa y hacen otra; también es la violencia de lo cotidiano, de la falta de respeto a nuestro entorno más íntimo, la violencia en las calles no sólo de la delincuencia, sino esa que también se encuentra ahí donde nos encontramos; la violencia en nuestro entorno más cercano, la violencia que experimentamos cuando una reunión se convierte en un espacio de chismes, de ocuparnos de la vida del otro.  La violencia que se hace presente cuando en casa hay gritos, acusaciones, golpes morales y físicos; la violencia de la mentira y del engaño, la violencia de la manipulación con o sin fines altruistas, la violencia de la envidia y la competencia sin razón, aquella violencia que deja sin sentido los lugares y las relaciones, esa que desgasta y anula lo valioso de nuestra propia humanidad.

 

UN SITIO DE PAZ.

Enfrentarnos a la violencia, muchas veces es vivir en violencia, es convertirse en el otro necesario para que el violento pueda armar la jugada.  Responder a la violencia solo generará más violencia, y cada uno de nosotros tendremos que decidir que batallas valen la pena lucharlas y cuales no; decidir así cuando la retirada es  la decisión más valiente.

 

Encontrar un sitio de paz puede parecer a momentos algo lejano, sólo una fantasía idealista.  Pero tal vez estamos buscando en el lugar equivocado.  Ese santuario de paz sería más factible si lo creamos en nuestro fuero interno, si nos ocupamos de forma persistente en no ejercer violencia contra nosotros mismos, dejando a un lado el perfeccionismo consumado, dejando de martirizarnos por lo que no hicimos y por lo que está por hacerse.  Tal vez podríamos disminuir la violencia en nuestra contra si renunciamos a evaluarnos permanentemente en busca de aprobación. ¿Los mejores de qué, con quién en contra de quién?. ¿A quién le tenemos que probar qué?.

¿Y si nos equivocamos qué pasa? ¿Qué importancia tiene la imagen que proyectamos al mundo si está carente de nuestra verdad por ridícula que pueda parecer?. ¿Conocemos esa verdad?

Tal vez la mayor violencia que ejercemos es en contra de nosotros mismos, es cuando olvidamos que merecemos un mínimo de respeto, cuando ese respeto esperamos que venga primero de fuera.

LO QUE NOS APORTA.

Descubrir que nos aporta es caer en cuenta de aquello que puede ser un medio para encontrar la anhelada paz.  Por eso cuando lo encontramos el peligro es que lo metamos en el mismo saco de aquello en lo que queremos destacar, ser los mejores y vencer al adversario, real o imaginario.

Descubrir aquello que nos aporta es adentrarnos en los espacios de deleite, en los recodos del tiempo sin tiempo; sí ese momento cuando la tarea emprendida nos sume en una especie de meditación involuntaria, que nos conduce a experimentar la situación de una forma profunda y total.

Esos instantes en que nos deja de interesar la mirada ajena, la opinión del otro, ese momento en que nos encontramos de cara al sentido de nuestra propia vida, y si nos diéramos cuenta que ese momento podría conectarnos con el sentido, probablemente sería suficiente.

EL ENCUENTRO CON NUESTRO SER NATURAL.

Lo que nos va bien según nuestro temperamento, es lo que nos da paz.  Por eso si alguien nos dice que la mejor forma de encontrar la paz interior es hacer yoga, y solo con pensar en las asanas nos estresamos, por ahí no es nuestro camino; si para alguien el encuentro con su paz es asistir a los ancianos y para otro es el cuidado de los animales, lo uno no desacredita lo otro. Lo que nos da paz es aquello con lo cual fluye nuestro ser, es ese espacio en el que sentimos que podemos Ser nosotros mismos y expresarnos como sólo nosotros lo podemos hacer.

bailar, bailar y volver a bailar.

Si la música y el movimiento de nuestro cuerpo llenan el corazón de emoción, si el momento que bailamos nuestro escenario es el mundo.  Si nos hacemos uno con la música, y la empezamos a comprender más allá de los tecnicismos, si perdemos la noción del tiempo al danzar, entonces bailemos hasta que los acordes se conviertan en nuestra armonía interior, hasta que nuestros pies dejen de seguir nuestras indicaciones porque ellos de alguna forma desconocida conscientemente saben exactamente que hacer, hasta que nos integremos con el espacio y con el tiempo de una manera que expanda nuestra comprensión del placer.

 

Y si bailar no es lo que buscamos, afortunadamente las muchas formas de expresión del arte nos ofrecerán algo a nuestra medida.

ejercitarse para vivir el cuerpo.

El ejercicio puede ser muchas cosas, sin embargo el ejercicio que conduce a la paz no es una tortura, no es un medio que nos permite bajar de peso, no es correr 5 kilómetros hoy y mañana mínimo tendrán que ser 6.  El ejercicio que se relaciona con el deleite es aquel que va con nuestra naturaleza, con nuestra forma de ser, es aquel en el cual el cuerpo encuentra su propio lenguaje, y nos dice que necesita.  Los beneficios del ejercicio son muchos, pero un ejercicio practicado sin sentido, lesiona, vulnera y lastima el cuerpo; no es una fuente de respeto sino de violencia.  Encontrar la forma natural en que nuestro cuerpo entra en movimiento y descubre como ir más allá de sus limitaciones descubriendo sus fortalezas es uno de los tantos caminos que nos pueden conducir a la paz. Al principio tal vez tengamos que probar algunas disciplinas, con seguridad cuando encontremos la que va con nosotros lo sabremos.

 

encontrar el silencio.

Muchas veces hablamos automáticamente, simplemente porque eso hemos aprendido a hacer, cuantas conversaciones superficiales y fatuas nos desgatan y nos aburren, como si la única forma de compartir con otro ser humano sería llenar el espacio entre los dos de palabras.

 

 

 

Puede ser que descubramos algo muy importante en nuestro propio silencio, desde la incomoda sensación que nos genera angustia al no decir nada, hasta nuestro propio sentir frente a una persona y circunstancia, regalarnos silencio sobre todo en las ciudades se convierte en un verdadero privilegio, al que todos podemos acceder, aunque nos encontremos en medio del bullicio, porque es un silencio que surge de nuestro interior y lo invade todo, es un silencio que permite que nos percatemos de lo que sentimos, lo que pensamos y lo que expresamos. Ese es el silencio que conduce a la paz.

 

vivir la naturaleza.

¿Qué podría ser más hermoso que los colores y las formas de la naturaleza?.  Si solo nos mantenemos atentos a la naturaleza que nos rodea, una pequeña camina, un paseo por el parque, una mirada al atardecer, probablemente el impacto de la naturaleza con su belleza nos hará estremecer.  Los colores, las formas, los susurros, las cadencias de la naturaleza, nos permiten encontrarnos con nuestras vivencias más íntimas, somos naturaleza, dependemos de ella y un día a ella volveremos de cualquier manera.  Sumergirse en el misterio de la creación a través del contacto con los aromas que nos ofrece la vida, es un camino de plenitud, de la comprensión de la eternidad y por supuesto de la paz.

 

las relaciones.

Es la afinidad la que nos dirá que relaciones nos permiten crecer y desarrollarnos, algo en nosotros también nos hará saber cuando una relación de alguna forma nos puede intoxicar. 

 

Respetar nuestro sentir, es reconocer la forma en que decidimos vincularnos en la vida y con quien.  Adoptar posturas que tienen que ver más con convenciones sociales que con el respeto a nuestra autenticidad, es también violencia, porque podemos engañar a todos menos a nosotros mismos; la propia falsedad tarde o temprano cobrara su cuota.  Fingir un afecto probablemente es una forma de desperdiciar energía psíquica sin ningún sentido.  Tomar distancia con una persona puede ser un reconocimiento importante en la tarea de generar paz.

 

un encuentro de paz.

Encontrarnos es aprender a saber lo que sentimos  y quienes somos, es reconocer nuestra forma particular de conectarnos con la vida y respetarnos, es ejercer el derecho a comprender lo que nos es conveniente y oportuno según nuestro momento de vida.  Encontrar la paz es permitirnos ser conscientes y responsables sobre como invertiremos nuestro tiempo; ese bien finito que nos ha sido conferido para el deleite de nuestra alma.

 

Dra. Isabel Ayala Vera.

PSICÓLOGA CLÍNICA

INGENIERA COMERCIAL

ANALISTA JUNGUIANA

+593996050245

Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia