· 

el amor que transita la vida.

Este amor es aquel que encuentra una forma de perdurar, de crecer y madurar en el tiempo; es un amor que acompaña, que evoluciona como evolucionan sus partes, este amor es difícil a veces, contundente cuando se necesita, es un amor que aprende a conocer al otro y a pesar de eso; saber que se quiere estar ahí. Es un amor que en un momento del viaje se develará totalmente humano, sin poses ni conveniencias, simplemente luz y sombra.

 

los rostros del amor.

El amor puede tomar diferentes atuendos, dependiendo del momento de la vida en que se encuentra.  Ya que ese espacio de vida que se está transitando tendrá sus particularidades,  entre ellas el momento individual de los compañeros de camino, el momento en que se encuentra el ciclo de la pareja, la dinámica que en ese momento de la vida se presenta entre los dos y las exigencias del medio ambiente que colorean cada una de estas interacciones.

 

moldeabilidad del amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El amor no permanece estático, más bien tiende como una amalgama a tomar la forma de lo que la vida requiere.  Si no se reconoce esta propiedad del amor, se puede llegar a pensar que el amor ya no está, que se ha terminado, y peor aún que nunca estuvo.

 

La fantasía de que el amor tiene que mantenerse tal cual, como en el primer tiempo de la relación; o como en el imaginario popular de “fueron felices para siempre”;  puede generar una profunda insatisfacción.  Tarde o temprano sobrevendrá la lucha por regresar a ese estado simbiótico, a ese momento que parece escapar. Cuando aparece este sentimiento crítico es necesario comprenderlo, afrontarlo y transitarlo para así poder ver que el amor como todo proceso vivo que va cambiando, transformándose, tendrá momentos de florecimiento y momentos de hibernación. 

 

Si el rosal del jardín se encuentra mustio por el frio de invierno, no lo arranque de su tierra, espere que la calidez de la primavera lo haga florecer otra vez.

 

los bemoles del amor.

“No hay nadie en el mundo que pueda colmarme: ¡apenas colmado, cambiaría!” [1]

 

El amor durante la vida pasará por fases en su propio ciclo de desarrollo.  El amor se construye y se reconstruye todo el tiempo, unas veces desde la ilusión, desde la esperanza, desde la posibilidad de lo nuevo, desde el reto que implica estar en la relación; otras veces lo hará desde el dolor que no se comprende, desde el dolor del propio crecimiento de ese amor.   Y ese dolor inevitable transforma el amor y trasforma a cada uno.  


[1] De Rougemont Denis. El amor y occidente. Kairós. Barcelona. 2010. Pg. 308

 

LAS CRISIS PERSONALES VS. LA RELACIÓN.

El amor es un proceso vivo, que se da como una posibilidad de dos, dos personas que tienen una historia, que tiene unos sueños, ciertas necesidades, algunos asuntos propios. Nos encontramos con la pareja desde quienes somos en ese momento, nos encontramos desde lo que necesitamos resolver.  Entonces las crisis personales que se irán inevitablemente presentando a lo largo de la vida pondrán también un tinte especial a la relación.  Las insatisfacciones propias se colaran y en ese momento será determinante reconocer si la crisis se refiere a la propia vida o tiene que ver con la relación de pareja, porque como en la mayoría de veces la crisis es propia y la persona se precipita a abandonar la relación, a la vuelta de la esquina encontrará nuevamente una profunda insatisfacción que sólo se proyectaba en la pareja.

EL AMOR COMO EXPERIENCIA DE RESOLUCIÓN.

“Nunca o raramente un matrimonio se convierte suavemente o sin crisis en relación individual. No hay nacimiento de la conciencia sin dolor…. La falta de unión con uno mismo engendra descontento y, dado que uno no es consciente del estado real de las cosas, generalmente proyecta los motivos de ese descontento en su pareja.  De este modo se desarrolla una atmósfera crítica, preludio necesario de la realización consciente”.[1]

 

 

Tras el barniz de la apariencia de esa persona que supuestamente escogemos como pareja y que nos muestra lo mejor de sí para que nos guste, le aceptemos y le demos un lugar en la vida, está nuestra propia verdad.   Lo que necesitamos resolver de nuestro pasado infantil, de nuestras carencias imaginarias o verdaderas, de nuestros dolores.  Esa persona que escogemos como pareja tiene aquello tan particular que lo podemos sentir tan familiar, así se logran enganchar los temas existenciales de un lado y otro. 



[1] Jung citado por Downing Christine. Espejos del Yo. Kairós. Barcelona. 2001. Pg.150

 

La repetición de una experiencia por conflictiva que parezca nos brinda la valiosa oportunidad de resolverla, ahora a través del Yo adulto. 

Con la relación sucede algo inesperado, el amor pone frente a nosotros la misma encrucijada que conocemos desde nuestra vida infantil, sin embargo ahora podemos actuar desde un momento de más poder, de más libertad, de más conciencia.

encontrar el amor perdido.

Tal vez sería muy conveniente escoger a la pareja con cabeza fría, y aunque se pretenda hacerlo así, hay algo que nos llevará a escoger a la pareja desde los no resueltos de la propia existencia.  No es posible pensar que la elección es totalmente consciente y que podemos predecir el futuro de la relación a través de la elección.  Los seres humanos tenemos parcelas de nuestro ser que nos son desconocidas a nosotros mismos, hay espacios del alma que la misma vida nos llevará a descubrir, entonces en la escogencia de pareja, mucho intervendrán esas parcelas misteriosas y profundas de nuestra psicología personal, y el anhelo de permanecer en pareja nos conducirá de a poco y sin descanso a conocer más de lo que alguna vez hubiésemos imaginado de nuestro propio universo interior, claro siempre y cuando nos mantenemos atentos y dejamos de culpar al otro por todas y cada una de nuestras insatisfacciones.   Si nuestro sentido de vida es hacer conciencia y avanzar, entonces la relación en nuestra vida, nos conducirán a la realización de esa consciencia.  Tal vez podríamos mirar la relación que nos acompaña durante la vida como una oportunidad invaluable de ser.

 

Dra. Isabel Ayala Vera.

PSICOLOGA CLÍNICA

INGENIERA COMERCIAL

ANALISTA JUNGUIANA

+593996050245

Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia