Los seres humanos necesitamos relacionarnos para vivir, somos gregarios, aprendemos y transitamos la vida desde nuestra experiencia individual en un entorno grupal. Los amigos y los familiares que nos acompañan durante la vida van constituyendo redes de apoyo indispensables para nuestra salud emocional, cada persona en nuestra vida posibilita un momento de alegría desde nuestras afinidades; pero también y no menos importante nos permite la posibilidad de madurar nuestra visión del mundo a través de nuestras diferencias.
Por eso me pregunto si valdrá la pena que las personas rompan relaciones por sus diferencias en las posturas políticas, religiosas o de cualquier otra índole. Con mucha pena en los últimos meses he visto como a través de las redes sociales se arman discusiones acaloradas referentes a diferencias políticas. La primera pregunta que surge en mi es: ¿Serán proselitistas de los partidos políticos que defienden?, ¿Comparten la ideología del candidato de su gusto?, ¿Qué pasará si el candidato por el cuál rompió la relación con un amigo o familiar gana y resulta ser una calamidad?, ¿No se supone que en democracia se debería respetar lo que quiere la mayoría?¿Qué es lo que está pasando a nivel individual con las personas que toman una posición polarizada?
¿Qué publicamos en internet?
Es increíble la difusión masiva que se puede dar a través de las diferentes redes de comunicación vía internet. En minutos todo un país puede enterarse de una noticia difundida por una sola persona.
Como todo en la vida tiene dos lados, por uno es una facilidad, que puede servir de mucho el estar informado y atento a las medidas necesarias para precautelar la vida, como en el caso de desastres naturales.
Sin embargo por otro lado lo que construye también puede destruir, y cuando hablamos de información o desinformación sensacionalista, crónica roja, o proselitismo fanático; ahí aparece el problema.
Ya bastante bombardeados nos encontramos con la televisión de mala calidad, que no contribuye a la cultura, sino más bien la destruye a través de programas sensacionalista que despiertan el morbo ajeno, tergiversan las relaciones humanas, las posturas personales y manipulan para obtener mayor audiencia. Como lo he comentado en otros artículos lo que vemos y escuchamos es un alimento para el alma, es nuestra responsabilidad decidir de que nos vamos a nutrir.
Sería conveniente saber que cada uno contribuye a la salud mental de la comunidad con lo que publica en la red. Así podría responsabilizarse del tipo de información que tiene en su muro de cualquier red social a la que pertenezca. Lo que cada uno difunde es su granito de arena, que puede convertirse en una avalancha que arrasa con todo, dependiendo de la llegada que tenga.
el impacto de lo que se publica.
Ya nos encontramos en el momento de la historia con los porcentajes más altos, de personas que presentan cuadros de estrés, donde las poblaciones más jóvenes sufre trastornos de ansiedad y depresión, donde el suicidio infantil y adolescente se incrementa cada vez más, donde las adicciones destruyen desde muy temprano. Es sencillo entender esto si vivimos en una sociedad sin esperanza, claro si somos bombardeados de información tremendamente agresiva a través de los medios de comunicación, sobre irrespeto, desesperanza, violencia, peligro; que confianza puede brindar el mundo, el temor al futuro se transforma en terror, y se hace latente la falta de sentido dentro de un paisaje apocalíptico, indiscutiblemente la información a la cual nos exponemos reforzará el temor hacia la vida. Una vida que algunos prefieren no vivir.
Los psicólogos que estudian la comunicación humana lo vienen diciendo hace décadas, las palabras construyen o destruyen; las palabras crean la realidad. Bueno podríamos reflexionar cuál es la realidad que cada uno crea desde sus publicaciones en sus redes sociales, y podría preguntarse si ese es el mundo que quiere. No es cerrar los ojos a la realidad, sino buscar otros caminos factibles para transformar lo que no aporta, desde la violencia sólo se genera más violencia.
Que se podría decir sobre las imágenes impactantes que se publican en la red sobre el maltrato a mujeres, niños, animales; es simplemente espeluznante. Los defensores de grupos vulnerables en nada ayudan difundiendo videos o fotografías dignas de crónica roja, las personas sensibles con conciencia de respeto se sienten vulneradas y las personas a las cuales no les importa lo que pase con otro ser, no cambiaran para nada su posición. Hay otras formas de transmitir información y de crear conciencia, no es precisamente denigrando lo que se defiende, ni impactando en la pupila del observador con lo peores actos del ser humano, así no se genera el cambio.
la cultura destructiva del chisme.
Si publicamos algo de lo que no estamos seguros, que no nos consta, que no lo hemos investigado lo suficiente, que es una afirmación llena de odio o revancha, algo que alguien más publicó y no lo conocemos personalmente para saber que su palabra vale y además atenta en contra de la honra o la moral de otro. Podríamos preguntarnos si eso que compartimos con otros nos representa, esa reflexión puede tener mucho valor para el presente y aún más para el futuro.
la libertad de decir y de decidir.
En tiempos de tensión podemos olvidar una sencilla y sabia frase que dice: “Mis derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás.” En democracia todos tenemos el derecho de decidir una postura, todos tenemos derecho de votar por un candidato de nuestra simpatía, o no votar por nadie, todos tenemos derecho de seguir nuestro sentido común. Pero no tenemos derecho de insultar, de vejar, de minusvalorar, de herir a quien piensa diferente, desde la violencia nada saludable germina.
Una sociedad más sana psicológicamente, claro nos conviene a todos, se construye desde la tolerancia y el respeto a las diferencias de pensamiento, reconociendo la experiencia histórica, que los fundamentalismos jamás han contribuido en nada, sin embargo han dejado su huella de destrucción a su paso.
cada uno desde su lugar.
Tenemos hoy la posibilidad de difundir información, contribuir con nuestros mejores pensamientos, de compartir mensajes que nos lleven a creer otra vez en que nuestro mundo es el mejor lugar para vivir. Tenemos derecho a no caer en fanatismos ciegos expresados sin cuidado ni respeto. Cada uno tiene el poder de la palabra, busquemos la mejor forma de darle expresión a nuestro corazón desde esas palabras. Y el poder de la imagen es mucho mayor impacta nuestro cerebro de formas más poderosas. Estamos haciendo historia y esta quedará registrada para la posteridad, lo podemos hacer de la mejor manera posible, desde nuestra propia conciencia.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
ANALISTA JUNGUIANA
+593996050245
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