La permanencia en una relación, el contacto, compartir y la intimidad van generando un vínculo cada vez más cercano del uno con el otro, mayor confianza y de pronto las defensas psicológicas que colocamos en el momento menos pensado descienden y de alguna forma nos sentimos vulnerables por lo que estamos viviendo.
Comienzan las discusiones, parecería que discutir es simplemente una forma de medir fuerzas, y definir quién lidera en la relación. Pero las apariencias engañan. Si las discusiones estuvieran tan sólo relacionadas con quién domina a quién no se podría mantener relación alguna en el tiempo, ni se podría llegar a acuerdos o reconciliaciones. Una discusión de pareja puede empezar por cualquier motivo, muchas veces por cosas intrascendentes, que si lo miramos desde otro ángulo, sabríamos que no es para tanto.
¿Pero que nos lleva a discutir? Si prestamos más atención y nos detenemos a percibir lo que vamos sintiendo en medio de una discusión y más aún si nos percatamos de nuestro diálogo interno; nos podemos llevar una sorpresa. Lo que está entre líneas es mucho más interesante, profundo y verdadero que lo que le expresamos a nuestra pareja desde el enojo. Muchas veces no es con intención el no expresarle al otro lo que realmente sentimos, tiene más que ver con que esas emociones tan intensas nos confunden, porque en ocasiones no corresponden a la dimensión del agravio. Entonces cómo podríamos explicar lo que no entendemos.
EL MIEDO DESATA LA IRA.
Procesamos la situaciones que vivimos desde nuestro mapa mental, es decir desde la información que tenemos en nuestro cerebro de lo que es la vida y lo que podemos esperar de ella. Son nuestras experiencias pasadas las que nos dan pistas de lo que significa un asunto. Pero estas experiencias no son la verdad única de una situación, sino una forma fragmentada de ver desde un vértice específico lo que está sucediendo, es decir las otras posibilidades de significado de ese acontecimiento quedan excluidas de nuestro juicio porque no las podemos ver desde nuestro mapa mental.
Ahí empieza el rollo. Al sentirse vinculado a una persona, las alertas psíquicas se activan y nos dicen que de alguna forma nos encontramos en peligro, la vulnerabilidad activa el miedo, que puede ser miedo a perder aquello a lo que nos estamos sintiendo cercanos. Ahí es cuando hemos llegado al punto clave, el miedo al dolor, activa nuestra respuesta de lucha o huida, el miedo que activa circuitos cerebrales poderosos en su velocidad de respuesta, cuyo objetivo es precautelar nuestra integridad, estás respuestas están relacionadas con nuestras memorias antiguas del peligro que genera el abandono, porque perder aquello cercano a lo cual nos hemos vinculado es igual a sentirse indefenso.
LO QUE SE ENCUENTRA OCULTO.
El vínculo madre e hijo, es el primer vínculo de amor y es fundamental para la sobrevivencia del niño, si esté vínculo no se establece el niño podría morir, porque no será cuidado lo suficiente. La percepción del afecto el bebé lo capta a través de sus sentidos, aprende a leer en la madre la cercanía y el cariño que le permitirán la sobrevivencia, sentirse seguro es sentirse a salvo. Entonces desde nuestra particular experiencia infantil, de cómo hemos sido cuidados y amados; o cómo en otras ocasiones hemos sentido que los cuidados o el afecto han sido insuficientes y nos hemos sentido vulnerables; se activa el miedo y la ira; y desde ahí empieza la discusión, claro en el otro miembro de la pareja pasa lo mismo. Recordemos que nuestra madre en el momento de nuestra gestación y crianza, es un ser humano también en desarrollo, con crisis, miedos, temas irresueltos, y otras particularidades de la condición humana, que hacen que la maternidad la vivan de la mejor forma que en ese momento la puedan vivir. No hay una crianza perfecta, sólo hay una crianza humanamente realizada.
Recuerde las veces en que sus emociones frente a la discusión son demasiado intensas, y que su diálogo interno trae a su mente frases como: “No me quiere”, “no me valora”, “no soy importante”, “me va a abandonar”. Y la discusión que aparentemente se dío por un tema específico ahora se ha convertido en una rencilla por la existencia, sino recuerden la última discusión fuerte de pareja que han tenido y verán con sorpresa los sentimientos de intensa vulnerabilidad que se presentaron y la correspondiente reacción.
vivir la relación.
Actualizar nuestros sentimientos tendrá que ver con centrarnos en lo que realmente está pasando en pareja, verbalizar al otro, llegar a acuerdos que nos generen confianza con el otro y en la relación, vivir en pareja no es una tarea fácil, exige flexibilidad, entrega, sinceridad con lo que se siente y lo que se piensa. Contar con una pareja es una de las relaciones más profundas que se tendrán en el transcurso de la vida, encontrar la mejor forma de llevarla a cabo nos remitirá siempre a superar los irresueltos del pasado, a superar nuestras propias limitaciones, a ir más allá de los miedos y contradicciones para encontrar junto al otro un camino factible para recorrer en compañía, vivir en pareja es un reto pero tal vez al final del día podemos decir que valió la pena.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
ANALISTA JUNGUIANA
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