Unos más tarde y otros más temprano tendremos que aprender a soltar aquello que amamos en la vida, el transcurrir del tiempo nos va mostrando el momento menos esperado que desde nuestra condición humana nada es infinito.
El proceso de cada persona es único, aunque existan circunstancias similares, estados de ánimo parecidos, el desenvolvimiento de los conflictos existenciales tienen un tempo propio para cada uno.
La palabra Navidad está relacionada con la capacidad de dar y recibir amor. Con el tiempo de conectarse conscientemente con la paz. En los procesos psicoterapéuticos los recuerdos vinculados con haber recibido amor, son muy significativos, son los que dejaron una huella de valoración positiva hacia la vida y confianza hacia al camino personal. Estos recuerdos son importantísimos para la integración consciente de los dones más preciados a la totalidad del ser.
La melancolía es un estado de ánimo que aparece muchas veces inadvertidamente como la bruma en el bosque. Si te sumerges en la bruma, el camino se vuelve confuso, es difícil decidir hacia dónde moverse, ya que no puedes divisar hacia donde ir. Tus sentimientos y pensamientos se cubren por la bruma de tus temores, de tus dolores, de tus renuncias, de lo no resuelto y ahora la desazón de lo pendiente se cuela inevitablemente a través de las rendijas de tus dudas .
A nivel psicológico los seres humanos estamos profundamente conectados con estos ciclos naturales, los tiempos de cosecha son esos momentos en que la persona necesita recolectar lo que la vida trae, reflexionar en lo que ha sido para ella ese tiempo, entonces ser capaz de agradecer por todo lo que ha recibido, percatarse de los aprendizajes de sus propios aciertos y errores.