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COMPARTIR TIEMPO

El más valioso regalo que alguien nos puede ofrecer es su tiempo, ese tiempo que se llena de significado con las cosas pequeñas de la vida, ese tiempo que permite experiencia y aprendizaje, ese tiempo que se vuelve completo cuando nos entregamos a sentirlo totalmente.

ser o no ser feliz.

Cuando el regalo del tiempo nos es entregado y tenemos a nuestra disposición ese significativo momento del presente, podemos permitir que sea un espacio de felicidad, no porque suceda algo anhelado, sino porque ese momento es un regalo, y en las cosas simples de la vida se encuentra  la grandeza del encuentro con otro ser.  Lo que nos puede conmover profundamente está a nuestra disposición sin que nos demos cuenta,  tan sólo con percatarnos de la belleza que la vida nos entrega a través de sus distintas manifestaciones, eso podría bastar para experimentar el  éxtasis de la existencia.

 

¿Pero cuán dispuestos estamos a vivir el momento compartido con todo nuestro ser? Si nos perdemos en el descontento con el pasado o la ansiedad con el futuro; el valioso regalo del tiempo presente se esfuma, y la vida puede pasar, perdiéndonos en la búsqueda de lo que supuestamente nos hace felices y sin encontrarlo jamás.

el mundo de afuera y el de adentro.

Ese mundo lleno de belleza y pleno de vida está ahí. Pero;  ¿Quién lo puede ver? ¿Nos podemos percibir como parte de aquello? ¿Qué significado le damos a la posibilidad de la experiencia?

 

Adentrarnos en la oportunidad del tiempo y del presente, es perdernos en él, es sentir que eso que exalta nuestros sentidos y da cabida a nuestros más profundos sentimientos se transforma en instantes que emocionalmente nos conectan al júbilo sin tiempo, porque cuando el tiempo deja de ser medido por el minutero del reloj, y pasa a ser percibido desde su cualidad de totalidad  el presente se convierte en el todo a ser vivido, en la dimensión donde somos más auténticos y más capaces de amar.  El mundo de afuera cobra un significado absoluto por lo que sucede en ese instante preciso en el mundo de adentro, del alma.

el valor de la vida.

Si desarrollamos nuestra sensibilidad para conectarnos con lo bello, con lo armónico nos adentramos en la posibilidad de las experiencias sublimes, que lo único que requieren es que nos mantengamos atentos, porque nuestra atención nos permite fusionarnos con lo que está.  ¿Acaso ese no es el arte de vivir? Que nuestra vida tenga un motivo que impregne las experiencias de verdad, una verdad que sólo nos pertenece a cada uno de nosotros en ese momento.

 

Por alguna razón profunda y desconocida no es suficiente con trascurrir  la vida, es imprescindible que la transitemos con todo nuestro ser, que nos percatemos de aquello que convoca nuestras alegrías y que conmueve nuestro corazón.

la búsqueda de la trascendencia.

¿Cuándo la encontraremos?  Es una pregunta que probablemente cada uno responderá a su manera, es más,  que cada uno tiene la responsabilidad de responderla para sí mismo. Cuando podemos conectarnos con los instantes de total entrega a la vida: ¿acaso no estamos transcendiendo?  Cuando nos fundimos con la experiencia y de pronto nos invade la felicidad: ¿acaso no cobra significado nuestro paso por el mundo?

La huella que dejamos a nuestro alrededor es precisamente el tiempo compartido, que se materializa a través de actitudes, acciones y lo que entregamos de una u otra manera a nuestro entorno.

Tal vez no deberíamos buscar la transcendencia,  tal vez deberíamos abandonar la búsqueda de la felicidad, tal vez no deberíamos buscar que nos conozcan. Sino simplemente podríamos permitir que la vida nos encuentre con todos sus vericuetos, retos, valles y cumbres, tal vez solo podríamos mantenernos atentos a los regalos que cada día podemos encontrar en nuestro transitar.

 

Dra. Isabel Ayala Vera.

PSICÓLOGA CLÍNICA

INGENIERA COMERCIAL

+593996050245

Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia