Estamos siendo sacudidos por una situación que de ninguna forma está en nuestras manos que termine, estamos siendo interpelados por nuestros propios temas pendientes, por nuestros propios anhelos olvidados.
La vida se compone de experiencias, es verdad, sin embargo entre menos significativas sean las experiencias la vida misma se vuelve menos significativa.
Hay veces en que la vida es como el oleaje del mar, va y vuelve, en ese movimiento puede traer a nuestras orillas algo inesperado, valioso, algo que nos puede cambiar, pero esto puede llegar en un momento supuestamente inconveniente. Entonces la decisión se centrará en dejar eso que la vida trae porque no estamos preparados para vivirlo, o armarnos de valor para asumir el reto.
Si los aprendizajes significativos pueden aportar más plasticidad a nuestro cerebro, eso quiere decir que gracias a ellos nuestras creencias, nuestras ideas y nuestros puntos de vista se pueden nutrir, flexibilizar y ampliar. Y con ello la forma en que vemos y nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos.
El encuentro con otro ser humano con el que en un momento se intima se convierte en algo de lo que se tiene que escapar, en el intento desafortunado de no involucrarse más de la cuenta.
(...) la naturaleza propia, tarde o temprano se verá instada a reconocerse a través de la coincidencia de dos, saldrá a flote lo que le es natural y que urge expresarlo. Y es así como el encuentro se convierte en un pretexto para verse uno mismo y cuestionar el camino elegido (...)
Unos más tarde y otros más temprano tendremos que aprender a soltar aquello que amamos en la vida, el transcurrir del tiempo nos va mostrando el momento menos esperado que desde nuestra condición humana nada es infinito.
Tal vez sí nos dejamos impactar por la belleza suprema, podríamos soltar el andamiaje que nos mantiene cautivos en roles que van rigidizando nuestra esencia. Tal vez es el momento de devolverle su lugar a lo que importa, de darle la preeminencia a lo fundamental.
El acto de escucharse a uno mismo, no tiene que ver con las palabras, ni tampoco con ideas o conceptos sobre la vida; no pertenece a ninguna doctrina ni dogma. Es un acto que se conecta más con el silencio. En ese silencio carente de aprobación se encuentra la verdad personal.
El proceso de cada persona es único, aunque existan circunstancias similares, estados de ánimo parecidos, el desenvolvimiento de los conflictos existenciales tienen un tempo propio para cada uno.