Hoy estamos viviendo un momento muy particular; en nombre de la autoestima, se busca la satisfacción personal en todo aspecto de la vida. Una forma de vida cada vez más habitual, que deja de lado a quien se cree es un obstáculo para la realización de un deseo.
Cuando un niño se avergüenza por algo que ha hecho, esto muestra que se han interiorizado ciertos valores promulgados por su familia o el entorno social en el que habita y que el niño se ha dado cuenta que ha trasgredido las normas y ha ocasionado algún tipo de daño. Ese niño al crecer tendrá internamente una ética personal con la cual se relacionará consigo mismo y con los demás.
La vergüenza que genera reflexión, lleva al arrepentimiento y a la posibilidad de hacer conciencia de los actos propios. Una convivencia más o menos armónica sólo se puede dar en respeto al otro. ¿Qué sucede cuando no hay esta conciencia? ¿Cuál es el resultado de vivir sin arrepentimiento? ¿Qué podemos esperar de una sociedad cada vez más psicopática?
justificar el daño ajeno.
La satisfacción personal en todo ámbito de la vida a cualquier costo se vuelve cada vez más emergente. Los fanáticos religiosos tienen supuestamente una razón para poner bombas en escuelas, o atropellar gente inocente en la calzada, en nombre de la fe o de las posturas políticas extremistas; esto muestra cómo opera la consecución de lo que se desea cueste a quién le cueste. Lo podemos ver a nivel de lo social, como se puede pisotear a quien difiere de los supuestos ideales elevados, el mundo empresarial no es una excepción, se da prioridad a las metas económicas y de crecimiento de la organización, en lugar de al ser humano; penosamente también lo podemos encontrar en los espacios más privados de familia y amistad. Y se podría enumerar cientos de temas relacionados con salirse con la suya pisando a los demás. En el ámbito de lo doméstico, también se puede justificar el mal ajeno. Abandonar a los hijos en nombre de la felicidad, es una forma frecuente de llevar a la acción la idea desnaturalizada de ver por uno mismo. ¿Y los demás?. Pues no cuentan.
Las ideas de lo que falta, de lo que se debe tener o mejorar, de la vida por siempre satisfactoria puede generar una creencia cada vez más frecuente de llenar cada expectativa en cualquier área del quehacer humano.
LA VERGÜENZA COMO UNA FORMA DE PROCASTINAR.
Como todo en la vida, tiene dos lados, si bien es cierto la falta de vergüenza puede conducir a la persona a llevar a cabo acciones psicopáticas; la vergüenza mórbida la pueden mantener en la inmovilidad, y por una razón específica, en este tipo de vergüenza no se ha dado el proceso poderoso y saludable de la reflexión, no se ha llevado a la conciencia los propios actos, lo que permiten percibir una libertad de acción que va de la mano con una responsabilidad sobre lo actuado. Sin este proceso de sinceridad con uno mismo la vergüenza no da pie a un desarrollo sino más bien a la anulación de uno mismo. Una vergüenza estéril trunca la posibilidad de la transformación y la madurez. Muchas veces puede convertirse en un pretexto adecuado para detenerse.
lo no resuelto.
Las carencias psicológicas buscan una forma de ser satisfechas aunque sea de forma superficial y fatua. La capacidad del ser humano de amortiguar el dolor llenándose de estímulos que vienen de fuera y le mantienen ocupado es una eficaz manera de no afrontar aquello pendiente de la propia historia de vida. Buscar una vida desde la carencia, será siempre la fórmula del desastre para quien más cerca se encuentre. Lo irresuelto cobra su precio, y no permite vincularse con nada ni con nadie, se desarrolla una forma de vida de fotografía de portada de revista, carente de alma, donde la pose prevalece y el contenido es escaso.
Suplantar la vergüenza de lo no superado por el abuso de lo accesorio a nivel emocional, genera un cinismo que repite la historia ya vivida, con nuevas victimas. Cuando el dolor se transforma en deslealtad, se ha perdido el alma y con ella la posibilidad de restablecerse.
VOLVERSE CONCIENTE DE LA AGENDA OCULTA.
Ardua tarea, si elimina la vergüenza de lo cotidiano. ¿Cuál será la manera de percibir la senda que vamos eligiendo, en torno a qué valores se darán nuestras decisiones, cómo se podrá evaluar el camino transitado?. Detrás de las decisiones que cada quien toma en la vida puede encontrarse aquello que no se desea ver, generalmente porque difiere de la imagen idealizada que cada uno ha construido de sí mismo. Pero esto que se evita asumir cuenta con una agenda propia que mientras más fuera de la conciencia esté más actuará en forma autónoma, trayendo tantos líos a la vida de la índole precisamente de lo que se quiere evitar.
El trabajo con uno mismo no es tan popular, aún en nuestros días, porque exige una importante dosis de sinceridad, porque requiere dejar a un lado las vanidades y mentiras contadas a uno mismo, porque pone en evidencia nuestras flaquezas y desatinos. Si todavía contamos con la invaluable capacidad de sentir vergüenza frente a nuestros errores tal vez estemos a punto de poder embarcarnos en nuestro propio desarrollo.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
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