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GIRO DE TUERCA. EL IMPACTO DE LO INESPERADO.

Ahora sabemos a través de las investigaciones de la neurociencia que el sistema nervioso posee neuroplaticidad; esto significa que el cerebro se puede ir modificando estructural y funcionalmente durante la vida, por eso frente a un daño cerebral de un área específica del cerebro, otras áreas puede suplir la funcionalidad perdida.

 

Con estos aportes se sabe también que los procesos de aprendizaje se dan durante toda la vida, las protagonistas en este tema son las neuronas o células que se encuentran en el sistema nervioso, la comunicación entre ellas forman un camino es decir una ruta de aprendizaje que tiene la capacidad de enriquecerse a través de la vida; el aprendizaje se fortalece en el tiempo por la repetición.  En resumen nuestro cerebro tiene la posibilidad de siempre seguir aprendiendo. Esto nos lleva a comprender la gran riqueza a la cual se puede acceder a través de las experiencias humanas.

 

Si los aprendizajes significativos pueden aportar más plasticidad a nuestro cerebro, eso quiere decir que gracias a ellos nuestras creencias, nuestras ideas y nuestros puntos de vista se pueden nutrir, flexibilizar y ampliar. Y con ello la forma en que vemos y nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos. Esa es la verdadera posibilidad de reinventarnos en el trascurso de la vida, y con ello estar dispuestos a encontrar nuevos caminos de desarrollo, a veces no contemplados en el pasado y por lo tanto desafiantes al status quo.

SORPRESAS DEL CAMINO.

Los cambios de la vida, a veces buscados y otras veces simplemente percibidos como un destino inmutable en un determinado momento, son como un giro de tuerca dentro de la propia historia vital; es decir pueden cambiar de forma definitiva y contundente el curso que supuestamente estaba ya trazado para uno mismo. 

 

En un inicio, al igual que si estuviéramos en un juego de un parque de diversiones, el vértigo que se siente al cambiar bruscamente de dirección, nos deja desubicados, desorientados; para poder encontrar nuevamente el estado de estabilidad se requerirá de tiempo y de un trabajo de adaptación que dependiendo del giro será más o menos fuerte.

 

El giro de tuerca pone nuestra mirada en otra dirección, en un camino antes no considerado y muy probablemente desconocido.  A través de un encuentro significativo con personas, lugares, o circunstancias.

 

Ese momento se lo puede vivir de varias maneras, sin embargo un factor común al enfrentarse a él será la incertidumbre, terreno fértil para nuevos aprendizajes.

LA CRISIS COMO OPORTUNIDAD.

En ese preciso momento puede aparecer como reacción una crisis de significado o de varios significados; sobre la propia vida, sobre uno mismo, sobre las relaciones o sobre las elecciones pasadas.  La cuestión es que es inútil querer volver a la vida de antes.  Algo está cambiando en el interior del individuo, algo que no tiene vuelta atrás y que se manifiesta en el mundo de afuera como eventos que alteran la vida.

 

Aquello inesperado exige de la persona determinación y valentía, aunque en un primer momento la confusión y el miedo parezcan invadirlo todo, el cambio de cualquier tipo siempre se presenta acompañado de una fuerte sensación de peligro.  Encontrar la templanza necesaria será un proceso.

 

Entonces frente a los nuevos desafíos al cerebro no le queda más que aprender, ya que es probable que lo que sabía antes no le sirva de mucho en las circunstancias actuales.  Y ahí se encuentra la oportunidad que trae la crisis, sí o sí hay que seguir adelante.

 

El dolor, la frustración, la pena, la ira o simplemente la incomodidad del momento aportarán una cuota adecuada de premura para el aprendizaje requerido que facilitará el cambio.

 

Y tal cual como en un estrecho camino vecinal en el que no hay posibilidad de volver, sino tan sólo de continuar, nos veremos abocados hacia lo desconocido, sabiendo intuitivamente que es imposible retroceder hacia ese ahora lejano lugar seguro, tan sólo es posible enfrentar lo que se presente.  Este es un momento muy importante para la neuroplasticidad, pues lo que ya conocíamos se nutre de los nuevos aprendizajes y se forman nuevas maneras de responder a lo que sucede.

REINVENTARSE.

Este giro de tuerca nos conduce a un nuevo paisaje, siempre y cuando tengamos la entereza de ver nuestros demonios internos; nuestras anquilosadas creencias, nuestros mandatos familiares vetustos, nuestras demandas sociales caducas.  La vida en sí tiene la facultad de transformarnos si se lo permitimos y nuestro cerebro tiene el inmenso potencial de recrearse cuantas veces lo necesitemos en esta aventura llamada vida.

 

No busquemos estancarnos en ninguno de los momentos de la vida, a la larga, todos serán pasajeros.  Y lo único que permanecerá es la inevitable realidad del cambio.  Busquemos siempre que nuestro cerebro sea flexible y que encontremos caminos de aprendizaje de constante renovación, seamos curiosos del mundo y de nosotros mismos.  Renovémonos con alegría y cariño para transitar con dignidad en nuestro sagrado camino de vida.

 

Dra. Isabel Ayala Vera.

PSICÓLOGA CLÍNICA

INGENIERA COMERCIAL

+593996050245

Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia