Dedico este artículo a todas aquellas personas comprometidas en conocerse a sí mismas.
El agua como imagen puede evocar nuestro mundo emocional, ese mundo interno, misterioso, encantador, imprevisible, oscuro, temible, prístino, inaccesible, caótico, fuente de vida, diáfano. Así como este mundo del agua es voluble, cambiante, sorprendente, así también es el misterio que esconden las diferentes formas de nuestra dimensión emocional, con la posibilidad de crear, destruir y renovar.
MOMENTOS DE QUIETUD.
Un hermoso lago de aguas cristalinas, nuestro cuerpo en contacto, sumergido en aquella sustancia que va envolviendo hasta el último recodo. La sensación de compenetrarnos con el agua trae consigo una intensa percepción de relajación, tranquilidad, libertad, de flotar sin rumbo, simplemente disfrutando de la situación y del momento. ¿Nos damos permiso de permanecer en nuestras emociones, dejarnos invadir por ellas, conocerlas y comprenderlas?.
Vivimos en un mundo de control, parecería que la última meta del ser humano es tratar de controlarlo todo, ingenuamente creer que lo lograremos.
Tal vez resulta esencial permitirnos un espacio de quietud para poder observar y comprender nuestro mundo emocional, ingresar en esa dimensión poderosa del ser, sin ningún interés más que experimentar una vasta porción de nosotros mismos, sentir lo que nos pasa, sin procurar ejercer una acción inmediata es una forma sin igual de llegarnos a conocer, de sincerarnos con nosotros mismos.
LA FUERZA DE LA EMOCIÓN.
Podemos imaginar las olas del mar golpeando el acantilado, transitando desde lo profundo, mostrando una y otra vez toda su fuerza, encontrándose con algo tan contundente como su propia naturaleza.
¿Cómo son nuestros momentos de ira, cómo expresamos nuestra frustración, cómo se manifiestan nuestros miedos?.
¿Somos conscientes de lo que nos produce ira, podemos respetar el sentirnos así, podemos percibir el momento en que estas energías se despiertan de las profundidades de nosotros mismos, conocemos su fuerza, reconocemos su poder?.
Podemos procurarnos un momento de humildad que nos permita reconocer nuestros temores, aquello hacia lo que nos sentimos indefensos o débiles. Detrás de la rabia probablemente se encontrará alguna forma de vulnerabilidad reconocida o no, sin embargo concientizarla puede ser un fuerte trabajo, porque es ir más allá de la idea que hemos construido de nosotros mismos y ver nuestros puntos débiles, reconocernos simplemente humanos.
LA MELANCOLÍA.
Gotas de lluvia cayendo sobre nuestro hogar, produciendo ese sonido que lo abarca todo, que puede conducirnos a la ensoñación, al mundo de las imagines y de la fantasía. Ese mundo nebuloso donde se encuentran los anhelos de lo no realizado y la añoranza de lo que hemos perdido. ¿Somos capaces de darle tributo a nuestros días grises, a nuestro ánimo bajo, a lo que nos remueve desde dentro y sin embargo nos inmoviliza para funcionar en la vida de fuera. Podemos dejarnos estar simplemente, viviendo nuestra tristeza, reconociendo lo que hay en ella, y lo que nos pide?.
La vida no vivida, aquella que por alguna circunstancia jamás podremos realizar, nos pide ese reconocimiento, ese duelo, ese tributo. Encontrar una forma de hacerlo conscientemente, darle un lugar y un espacio, es procurarnos salud física y mental, reconocer que no somos máquinas que tenemos que estar siempre en actividad, siempre cosechando logros, siempre buscando nuevas metas, tampoco necesitamos a cada momento poner la mejor cara frente a las circunstancias que nos resultan injustas, dolorosas o frustrantes; abrirnos a estas otras posibilidades, es trasladarnos a un paradigma diferente.
EMOCIONES CONTENIDAS, AGUAS ESTANCADAS.
Podemos traer a nuestra memoria, aquellas aguas que se han quedado sin movimiento, que por alguna razón han dejado de fluir, que se encuentran inertes. ¿Nos es más conocido contener nuestras emociones convenga o no; cueste lo que nos cueste?.
También podríamos imaginar aquellas aguas que ya no pueden ser contenidas, el terror que producen las aguas que se han salido de control, que han dejado su cauce, podemos percibir a través de nuestro cuerpo la sensación de angustia que producen las imágenes de olas gigantes arrasándolo todo, podemos sentir la inquietud que despierta pensar en un gran dique que se rompe y destruye.
La ira al igual que las olas del mar, le ganan espacio al acantilado reclamando su lugar, así también nuestras emociones se transforman en síntomas porque esa es la forma que han encontrado de expresión, cuando no logran alcanzar el sitio que por derecho les corresponde.
Podemos reconocer el poder destructor de nuestras propias emociones contenidas, ignoradas, despreciadas. Nos damos cuenta que lo que se acumula, terminará estallando tarde o temprano, saldrá de la forma más abrupta y en el momento menos adecuado. Si permanecen estancadas por mucho tiempo terminarán pudriendo todo alrededor. No podemos pretender ejercer una represión de nuestro mundo emocional sin consecuencias, el poder de las aguas como el poder de nuestras emociones es más fuerte que nuestra voluntad de mostrar una postura de foto de revista.
generando vida.
Cascadas y vertientes fluyen generando vida en su transitar, mostrando su belleza inigualable, su juguetón recorrido que alegra cualquier paisaje, fluyendo por junglas y despeñaderos, adaptando su caudal a lo que la tierra le ofrece, encontrando nuevos vericuetos por los cuales avanzar, moviéndose sin descanso, siempre aguas nuevas.
¿Somos capaces de permitirnos momentos de expansiva alegría, reímos a carcajadas disfrutando el instante que trae dicha, podríamos dejarnos seducir por el gozo del momento, estamos abiertos a que lo que nos proporciona felicidad permanezca en nuestra vida. Podemos acceder a nuestra propia capacidad de fluidez, de adaptabilidad, de ligereza; podemos dejar de tomarnos la vida tan en serio?. Tal vez podríamos recordarnos de niños, tal vez podríamos recobrar aquello que nos permitía simplemente fluir.
LO INESPERADO Y DESCONOCIDO.
Aguas subterráneas, fluyen libremente a través del vertiginoso camino cubierto, abriéndose paso por las entrañas de la tierra, cruzando cavernas y cuevas, donde la oscuridad es una constante, lo que evocan en nosotros esos misteriosos y bellos lugares de agua: pozos, grutas y cenotes, para deleite, vida, salud o temor de quienes los pueden observar.
Estos lugares que no se encuentran a simple vista son los más fascinantes, para descubrirlos tendremos que acceder a nuestro valor, perseverancia, nuestro deseo, no es un viaje fácil sin embargo vale la pena. Estas aguas a nivel emocional representan nuestro mundo inconsciente, aquello que va más allá de lo que nos percatamos de forma más clara y cotidiana. A veces las crisis de la vida nos llevan a recorrer estos parajes, estemos o no preparados, otras veces por propia voluntad nos adentramos en ellas a través de un proceso de psicoterapia que nos conducirá a percibir aquellos rincones de nuestra alma que guardan una riqueza inigualable para la vida.
RECONOCER Y EXPRESAR, DEJAR FLUIR.
Permitirnos explorar, reconocer y darle un espacio para que fluyan nuestras emociones, al igual que en la naturaleza fluye el agua, no es dejar que se desborden aplastando a quien esté en nuestro paso. La salud emocional, no es una actitud histriónica. No es un abuso en contra del resto con el pretexto de expresarse.
¿Estamos abiertos a darle un espacio de expresión en nuestra vida a estas imágenes poderosas, tanto como nuestros diferentes estados de ánimo lo
necesiten?.
Reconocer nuestras emociones es estar en contacto con nuestro mundo íntimo, es reconocer lo que está bien para nuestra vida y lo que no, es mantener un respeto por nuestra naturaleza valiosa y única, es comprender nuestras afinidades y también nuestras disparidades. Es reconocer que no tenemos que calzar en toda circunstancia, ni en todo lugar. Tampoco necesitamos tener una actitud complaciente con los demás en contra de nuestra esencia. Más bien reconocernos es permitirnos respetar lo que somos, para vivir una vida con sentido para nosotros mismos.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
ANALISTA JUNGUIANA
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Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia