¿Cuál es la verdad en la travesía de la vida? Tal vez es una pregunta que sólo se irá contestando con el transcurrir del tiempo, puntos de vista diversos sobre una misma cuestión pueden confundir más que ayudar. Si pudiésemos pensar que la palabra final sobre cualquier aspecto de la vida garantiza la felicidad o la paz, entonces podríamos recurrir a aquellos preceptos de otros, esos supuestamente más sabios nos podrían decir.
Por fortuna el camino vital exige una experiencia individual, para decidir por dónde uno elaborará su ruta. No hay experiencia ajena que se aplique al propio camino, sin embargo una inseguridad añeja, procurará el consejo de otro para evitar errar, en esa búsqueda de seguridad podemos traicionarnos y quedarnos en lo que los otros autorizan como adecuado.
El acto de escucharse a uno mismo, no tiene que ver con las palabras, ni tampoco con ideas o conceptos sobre la vida; no pertenece a ninguna doctrina ni dogma. Es un acto que se conecta más con el silencio. En ese silencio carente de aprobación se encuentra la verdad personal.
crecer.
Ahí se encuentra la dificultad, hemos olvidado nuestra voz, será porque en el momento en que uno se puede identificar a sí mismo como adulto ya han pasado varias décadas de domesticación social. La sobre adaptación al medio, exige una serie de posturas necesarias para calzar en la familia, en los grupos de amigos, en la profesión, y en los diferentes quehaceres que involucran pertenecer a un clan.
Esas posturas artificiales van tomando el lugar de nuestra verdad individual, porque atreverse a ser uno mismo en ciertos casos tendrá como resultado quedar fuera. El mundo adulto exige una serie de convencionalismos que permiten que nos identifiquen como parte de; de lo contrario por muy materialista o supuestamente espiritual que sea el grupo habrá un precio que pagar.
La presión social que se presenta al claudicar a las poses de un colectivo pueden ser un dolor de cabeza, un dolor de corazón. Se pueden entonces generar sentimientos tan contradictorios que conduzcan a una etapa de desasosiego, dejar de calzar será recluirse en las propias interrogantes, que traerán consigo desesperanza, aquello que nos daba identidad ha perdido su significado, sentimos el vacío de saber lo que ya no somos, pero no sabemos exactamente lo que ahora sustenta nuestra identidad; buscar la respuesta será una tarea complicada y desoladora, plantearse en la vida adulta la perdida identidad, es un proceso de duelo.
SOLEDAD EXISTENCIAL.
Así de pronto nuestros referentes dejan de serlo, ya no hay respuestas que puedan sostener tanta necesidad. El astio de los patrones conocidos abren una posibilidad para dudar de lo que antes creíamos que nos representaba. Ver las costuras a la vida no es un manjar que alguien se quiere comer. Es un tiempo en que la dura realidad conmueve nuestros sentimientos y hace que nuestra ganada autoestima se tambaleé.
Muchos querrán volver atrás, así se escucha en el consultorio: “quiero volver al tiempo en que estaba en paz, en que me sentía bien conmigo y con los demás”. Eso que ya no puede ser, de esa misma forma, una vez que hemos cruzado el umbral de la zona de confort, no hay vuelta atrás, nuestro ser exigirá una renovación, una transformación, un dejar ir para poder empezar. ¿Qué es lo que está por empezar? será la pregunta, la respuesta soló se encontrará en cada paso nuevo que uno se arriesgue a dar, a pesar del miedo, a pesar de la incertidumbre y muchas veces a pesar del dolor.
Este es un camino solitario, ya que al caerse del acomodo a los otros, estos no tendrán porque comprender nuestro proceso, no tendrán porque empatizar con nuestra crisis, ni tampoco tendrán porque tolerar nuestro periplo. Simplemente habrá gente que saldrá de nuestra vida, habrá gente que nos juzgará, habrá gente que no tolerará el cambio. Como una torre que se derrumba, el castillo de naipes ha caído, y soló aquello que en el pasado se construyo con verdaderos cimientos sobrevivirá a este cisma existencial.
SIN VUELTA ATRÁS.
Así como la flor que se abre con los primeros rayos de sol, el alma de cada persona tiene un instante de expresión que no debería detenerse frente a la incomodidad que esto puede generar, hacerlo significa neurotizarse. Será necesario buscar significados más profundos en la vida que la aceptación social, lo que traerá desafíos antes nunca experimentados, atender las complicaciones que se presentan tras optar por escuchar la propia voz, se convertirá en una tarea hecha a pulso. Lo más difícil es la pérdida de esperanza, precisamente porque en ese mismo instante no se sabe qué esperar.
Pero como en todo proceso de desarrollo hay un misterio que permite que eso que está destinado a suceder sea. Caminar a tientas y avanzar sólo por el coraje de hacerlo es muchas veces puro instinto de supervivencia, hay una fuerza desconocida que impulsa a la vida y que aparece justo cuando la necesitamos.
UN NUEVO DÍA.
Apreciarnos en nuestra particular forma de vivir, de experimentar, de amar, de simplemente ser, y escoger lo que tiene sentido para cada uno, habrá valido la pena; tomar nuestras decisiones desde la verdad de nuestra conciencia, traerá una fe renovada, que probablemente sostendrá el resto de nuestra vida. Estar de acuerdo con uno mismo, es el ejercicio más importante de la vida, aquel en el cual la paz está implícita a pesar de las vicisitudes propias de la existencia, que requerirán que una y otra vez enfrentemos lo que nos corresponda, desde una seguridad que no está puesta en el exterior, sino en lo que hemos cultivado a través del profundo camino de nuestro ser.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
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