En diferentes lugares del mundo se viven respuestas diversas a la pandemia. Hay países que han optado por salir, y volver a una vida fuera de casa; "es verano hay que divertirse", dejando de lado el miedo, o tal vez en respuesta a ese mismo miedo, las personas buscan su perdida libertad. Finalmente un gobernante puede decir lo que quiera, el acto final corresponde a cada individuo, a su reflexión o no al respecto, a sus prioridades, a sus intereses, a sus necesidades, incluso a la edad de vida en la que se encuentre.
En otros lugares hay gente con un mayor o menor grado de confinamiento, y de distanciamiento. Unos lo llevan mejor, para otros todo esto ha sido lo peor de la pandemia, y luchan con la presión interna que esto les genera. Emociones al millar, apareciendo abruptamente, subrepticiamente, taimadamente, marcando el clima del lugar, de las relaciones, del estar con uno mismo.
No es tan fácil tomar una postura cuando todo se vuelve básicamente en algún sentido peligroso. Donde no hay un pronóstico claro, tampoco hay una gran libertad de acción aunque a veces pensemos que sí.
GREGARIOS.
Los seres humanos somos gregarios, nos confirma el sufrimiento que ha generado el aislamiento y el distanciamiento social. Aunque dependiendo de la ecuación personal en cada individuo, lo que sí marca una gran diferencia no sólo al momento de adaptarse a las restricciones que ha traído consigo la pandemia, sino también a la tolerancia e incluso el disfrute de no sentirse expuesto a la presión de la interacción social. Desde ahí cada persona lo descifrará y lo vivirá de distinta manera; así el tiempo de confinamiento o distanciamiento social puede convertirse en un periodo creativo y desafiante, o en un tiempo de mucha tensión que definitivamente no se quisiera experimentar.
En cualquier caso esa forma gregaria de ser nos conduce a buscar formas factibles de relación, formas que puedan generar vínculos, con otros por esa diversidad de afinidades que afortunadamente los seres humanos contamos dentro de nuestra esencia como humanidad.
ENCUENTROS AFORTUNADOS.
No hay muchas opciones más allá de las que nos ofrece el internet para volver a congregarnos de forma segura, por ahora es así, y más allá de cualquier idea personal sobre la pandemia, lo que sí se sabe es que la probabilidad del encuentro personal es en este momento inseguro.
Entonces los seres humanos alrededor del mundo nos hemos ideado la forma de que la pandemia no nos quite del todo esa posibilidad de relacionarnos. Un fenómeno ha surgido, un movimiento inconsciente en la gente se evidencia cuando podemos encontrar gran diversidad de ofertas de charlas, cursos, ponencias, seminarios, conversatorios, obras de teatro, conciertos, grupos de estudio, grupos de encuentro, recorridos virtuales por museos y exposiciones, entre muchas otras opciones que hoy en día están al alcance de la mano, porque muchos de estos aportes son gratuitos, parte de la disposición de dar, de compartir, y también de recibir una interacción con una audiencia que antes no existía. Esto es una cosecha de esta pandemia seguimos congregándonos.
El conocimiento y el arte, se vuelven a través de la red accesible al menos para una parte de la humanidad, se comparte, se busca y se valora.
AFINIDADES.
Son meses ya de estas medidas sociales y son meses también de estas posibilidades de encuentro. En estos encuentros se puede ir tejiendo afectividad, ya que las reuniones grupales generan un clima particular, en muchos casos muy confiable y beneficioso para sus integrantes, este será el resultado de lo que cada uno es en el grupo y lo que el grupo es en su totalidad, es decir se sentirá la calidad de ese espíritu grupal que circula en el ambiente generando un sentido de pertenencia, aunque esté constituido por personas muy diversas, ahí se evidencia la riqueza del encuentro.
En las circunstancias actuales buscar estás posibilidades de interacción de ninguna forma son una fuga de la realidad, hoy por hoy son nuestra realidad, en muchos casos la única a la cual tenemos acceso. Y acaso la afectividad no se crea en las imágenes de nuestra mente, en el reflejo que el otro me muestra de mis diferentes facetas, acaso no hay una diálogo interno que lo recibo a través del discurso ajeno; tal vez estos encuentros por la red simplemente lo vuelven evidente.
Entonces la profundidad del vínculo en estas circunstancias como en otras, depende de la forma en que nos involucramos y del significado que le damos a la experiencia, tanto cuando estamos en grupos que se reúnen frecuentemente, como en exposiciones o ponencias del ámbito de nuestro interés van surgiendo afectos. Sentimientos de cariño con aquellos que comparten su tiempo con nosotros, sentimientos de gratitud con aquellos que comparten su trabajo, sus ideas, sus experiencias tan desinteresadamente.
Estos afectos son tan válidos como los que podíamos hacer antes, porque en este momento es la opción que tenemos. Charlas con antiguos amigos que ahora no es posible encontrarse en forma personal, se convierten en una delicia y en un privilegio cuando lo podemos hacer a través de una video llamada.
Asistir virtualmente a una ponencia, a un conversatorio, a una charla en algunos casos de alta calidad es congregarse alrededor de una afinidad que nos convoca a pesar de la crisis que vivimos, tal vez porque recuperamos nuestros sueños más preciados cuando nos damos cuenta que tienen un espacio y un lugar a pesar del aislamiento. Y que no estamos solos, ni que nos hemos rendido, la psique se sigue moviendo y mientras eso suceda la creatividad, el deleite, el encuentro, el afecto han sido rescatados y están siendo custodiados por nuestra capacidad gregaria. Recordemos que hay parcelas de nuestro ser que permanecen intactas a pesar de las vicisitudes de la vida y que nos recuerdan la riqueza que existe en ser humanidad.
Dra. Isabel Ayala Vera
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
ANALISTA JUNGUIANA IAAP
WSAPP 593996050245