El inicio de un nuevo año, de muchas maneras puede ser una oportunidad. Marca el fin de un ciclo y por supuesto la posibilidad de proponer nuevos horizontes para nuestra existencia. Qué sentido tendría el inicio de un nuevo período de la vida, si todo sigue igual, permanecer en lo mismo o de la misma forma, en el camino trillado del conformismo, tan sólo por evitarnos el riesgo de lo nuevo, eludiendo a toda costa la vulnerabilidad creadora que permite renovarnos.
Para que la vida tenga estabilidad, inevitablemente nos vemos instados a encontrar personas y lugares cuya permanencia en nuestras vidas es deseable y genera espacios de crecimiento a largo plazo, esa es una de las más valiosas metas de la vida adulta, abandonar el barco frente a las dificultades no es una opción cuando hay mucho en juego, y las relaciones más profundas requieren un esfuerzo que a la larga vale la pena. Esas valiosas relaciones o espacios en los cuales nos relacionamos, podrían necesitar una nueva actitud de nuestra parte y eso implicaría vernos sinceramente. Sin embargo habrá otros espacios y otras relaciones de cualquier tipo, en las que nos quedamos por comodidad, por costumbre, por una aparente seguridad, porque hace mucho tiempo hemos estado ahí o porque es difícil desertar para encontrar otro camino.
Encontrar la entereza para decirse sí a uno mismo y arriesgarse al cambio es bastante complicado, es preciso romper con patrones antiguos, condicionamientos, el miedo al qué dirán y con otros obstáculos por el estilo; muchos de ellos incompatibles con la propia identidad. Pero la posibilidad de reinventarse a uno mismo tal vez es un paso muy significativo, que puede permitir recrear las relaciones valiosas, a través de nuestra propia innovación.
nacer, crecer, reproducirse y morir.
¿Qué hay más allá de los senderos a los que la mayoría concurren?, ¿Qué hay más allá de lo que consideramos nuestras propias limitaciones?, ¿Qué hay en esos lugares que nunca hemos transitado?, ¿Qué hay en esas sueños que se quedan guardados en el último cajón del velador?, ¿Qué hay en esas experiencias a las que hemos renunciado sin ninguna reflexión?. ¿Quién limita nuestra existencia?¿Quién escribe las pautas sobre las cuales se desarrolla nuestra vida?¿Quién dice qué sí y qué no?¿Quién marca nuestro camino?
Una de las formas de marchitarse en la vida es seguir un camino estrecho, un camino en el cuál cada día es lo mismo que ayer, un camino que no nos pondrá en riesgo, pero que al mismo tiempo no permitirá probarnos de qué estamos hechos.
Los seres humanos tenemos la capacidad de reinventarnos en los diferentes tránsitos de la vida, y reconocer que hemos sido más de lo que pensábamos. Quien haya hecho un proceso terapéutico comprometido lo sabrá por experiencia propia. Pero qué nos impide hacerlo, qué hace que nos quedemos con el traje descolorido que hemos aprendido a mostrarlo a la sociedad para calzar perfectamente en el disfraz. Para contribuir a tener relaciones más saludables, es indispensable buscar esa salud en cada uno.
Ese traje estrecho y antiguo, muchas veces es tan asfixiante que crea una urgencia en la persona que ya no lo puede llevar, entonces se abre una oportunidad de cuestionarse; quién uno es y para qué hace lo que hace. Recordemos que la crisis es una oportunidad, esta oportunidad puede facilitar la edificación de lo nuevo.
fiel a uno mismo.
Vivimos en una sociedad que cada vez está más vacía de afecto, en la que cada vez es más difícil crear un vínculo duradero, en que la traición y el utilitarismo está de moda, en la cual lo que importa es el individualismo y el logro a cualquier precio. Todo esto sólo es un reflejo de la traición a uno mismo, el que las personas hoy por hoy no puedan vincularse con otros, tiene todo que ver con que no saben vincularse consigo mismas.
Entonces desde ese cuento chino, de valorarse por los logros alcanzados, podemos embarcarnos equivocadamente en un periplo sin fin, buscando ser mejor que el de a lado, aunque eso no tenga ningún sentido.
Desde dónde podríamos reinventarnos, sino desde la posibilidad de podernos ver, y percatarnos de lo que es nuestra esencia, desde la posibilidad de ser pacientes y conscientes de nosotros mismos, desde la lealtad con nuestros procesos de desarrollo, reconociendo que siempre hay algo más que podríamos llegar a comprender tanto de nosotros mismos como del entorno. Emprender experiencias sin sentido es una pérdida de tiempo y energía que convierte a la persona en un péndulo sin oficio. Para descubrir qué más soy, primero tengo que comprender quién soy ahora, y cuáles son mis circunstancias. Probar sin comprender, experimentar sin discernir, transitar sin madurar; son los peligros actuales de querer probarlo todo sin saber lo que a cada uno le va bien.
experiencias con sentido.
¿Qué de nuevo tenemos para ofrecer en este nuevo ciclo? ¿Qué vamos a compartir con otros? ¿Qué vamos a construir para el futuro? ¿Qué es lo que vamos escoger hacer de un diferente modo?¿Cuál va a ser nuestra innovación para hacer la vida?¿En qué espacios aportaremos con nuestra presencia? Si estamos listos para este nuevo ciclo, no hay tiempo que perder, es ahora el momento de sentir y pensar sobre una vida más satisfactoria, una vida que tiene un sentido, que impacta constructivamente a los demás y que trae novedades. Llevar a la acción esa vida, es la tarea y también el deleite de una vida en movimiento, con entusiasmo, una vida que nos permite ser a cada momento. Desde el lugar en que nos encontramos, con la gente que hemos decidido estar, desde los compromisos que adquiridos libremente, siempre es posible reinventarse y crecer.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
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