¿Desde cuándo expresar afecto se convirtió en una falta? ¿Es posible deslindar lo sexual de lo sentimental?
Tener sexo es tener intimidad. Entrar en intimidad tiene que ver con tener una relación estrecha y de confianza (aunque está dure sólo un encuentro), se refiere a un aspecto profundo de una persona.
¿Qué se comparte en la intimidad de una relación sexual, cuando queda fuera el sentimiento?
No me refiero aquí al sentimiento profundo de una pareja que pretende acompañarse hasta la muerte. Hablo del sentimiento espontaneo y natural que puede surgir en un encuentro placentero con otro ser humano, al que se le respeta por el hecho de compartir su intimidad. Acaso el acto sexual no es una apertura a la conexión con otro ser, antes y después del orgasmo.
Ahora se habla tan a la ligera de vivir el presente, creando el futuro que esperamos, de ser dueños de nuestro propio destino. Por un lado sí, podemos aproximarnos haciendo todo lo posible para actuar en nuestra vida coherentemente con nuestros planes. Pero cuando las metas son más importantes que las personas, y cualquiera que se quiera aproximar se convierte en un obstáculo para nuestros planes, y lo que se pretende con este adoctrinamiento es que sigamos con los logros propuestos cueste lo que cueste, y a quién le cueste. El encuentro con otro ser humano con el que en un momento se intima se convierte en algo de lo que se tiene que escapar, en el intento desafortunado de no involucrarse más de la cuenta.
ESTO NO SIGNIFICA NADA.
¡No me digas que te enamoraste! Tomaste esto demasiado en serio.
Dónde está la línea divisoria que permite diferenciar la intimidad física del encuentro sexual con el sentimiento al respecto. No somos una cajonera en que podemos separar todo lo que se nos ocurre clara y limpiamente.
Decir no mezclemos las cosas. Me lleva a pensar: ¿Y cómo las separamos? Hay un camino, pretender pensarlo todo, y racionalizar lo que se siente. ! Pero cómo no se nos ocurrió antes¡ Si todo se vuelve cuestión de análisis, lo que uno siente no nos va a preocupar. Y todo hasta ahí estaría supuestamente bien. Pero no olvidemos que el ser humano es una unidad, y entre más se intente anular una parte de uno mismo o minimizarla para que no nos perturbe, más fragmentado estará nuestro ser.
LA FUERZA DEL SENTIMIENTO.
Cambios de humor inexplicables, ni tanto, si se va por la vida reprimiendo constantemente el sentimiento, abra consecuencias, no se puede vivir como si se estuviera más allá del bien y del mal, creyendo que esto no tendrá ningún costo.
No se puede controlar todo. El misterioso mundo del sentimiento no nos pertenece. No es tu reino, y por lo tanto, ni lo puedes entender, ni lo puedes manipular, ni lo puedes controlar a tú antojo. Claro lo puedes reprimir con todas tus fuerzas. Y entre más fuerza apliques para reprimir, más fuerza tendrá aquella energía emocional el rato que logre escapar, justo ese día en que bajes la guardia, es posible que te preguntes: ¿Qué me pasa?¿Por qué me siento tan mal?¿Por qué estoy tan angustiado, tan susceptible, tan triste?¿De dónde viene este bajón?
HUYE MIENTRAS PUEDAS.
Y entonces puede que se te ocurra esa gran solución, que para poner en línea tus sentimientos es mejor ocuparse en algo, hacer cualquier cosa. Actividad, actividad, actividad; muchas veces sin sentido, sólo como una vía de escape para no percatarte de lo que pasa en ti. Desde este punto de vista sentir es un horror. Podríamos descubrir que somos humanos y que nos interesan los otros. Y que eso nos pone vulnerables porque podríamos salir lastimados. Entonces elijes no sentir, no vincularte, prefieres renunciar a tu humanidad. Y buscas entonces más actividad aún para no conectar con el vacío.
Triste realidad de una sociedad fragmentada, incapaz de dar amor, temerosa de recibir amor. Una sociedad en que la idea de libertad, es que nadie estorbe en los propósitos, en que los otros son vistos como productos desechables, sin sentimientos.
Esta es la ambivalencia de estos tiempos, cualquier cosa que sucede, y peor relacionada con la posibilidad de amor, no te la tomes en serio. Frases sin sentido se escuchan como si fueran soluciones a la falta imperdonable de sentir: “Desenamorate”, “No esperes de mí, que vas a sufrir”, “No quiero enamorarme, quiero estar en paz”, “No quiero enamorarme, no quiero deberle nada a nadie”, etc.
Son clichés que van colándose en la forma de ver la vida en general. Todas ellas apuntan en una dirección, desvincularse como solución al sufrimiento. Sin embargo estás ideas no nos protegen tanto, no traerán paz como se desea, no generarán felicidad como se esperaba. Pero sí podrán enfriar nuestra actitud a relacionarnos con otra persona, tanto, que podríamos preguntarnos un día dónde quedó nuestro corazón.
Cuando nuestro corazón se congela, no sólo lo hace para los sentimientos negativos, lo hace para toda la gama del sentir. Ya nada es capaz de provocar algo significativo, se pierde la capacidad de asombro, de goce, de entrega. Una vida en la superficie, una vida sin matices, con demasiada seguridad, puede ser una vida estéril, volverla fértil es cuestión de replantearse la actitud de encuentro en la vida en general, y en la intimidad en particular. Los sabores de vivir sin miedo a sentir, son diversos, ácidos y dulces, pero vibrantes siempre.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
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