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MOMENTOS DIFÍCILES.

Eso que está más allá de nuestras manos, aquello que no corresponde a nuestra voluntad, lo que nos presenta la vida y no hay ninguna posibilidad de eludirlo.  

 

La enfermedad de una persona que amamos, a pesar de nuestras mejores intenciones, habrá un límite para lo que podemos hacer, el resto corresponderá a otro orden de las cosas.  

 

El amor no correspondido, así como el amor no se lo busca sino más bien nos encuentra en el momento menos pensado, también una vez que se instala en el corazón y por mala suerte el sentimiento no es mutuo, no hay nada que hacer, arrancarlo de la noche a la mañana no es una opción, se tendrá que vivir el dolor  de lo que no es posible.

 

Los planes a los cuales se les ha dado el peso de fundamentales para la vida se vienen abajo. Crear sueños en nuestra mente que nos conducirán hacia el futuro es algo humano, sin embargo habrá caminos que finalmente serán intransitables por alguna circunstancia de la vida, no tiene nada que ver la perseverancia o la fuerza que se le imprima, simplemente el asunto en cuestión está fuera de la decisión individual y se vuelve un irresoluble.

LA CONDICIÓN HUMANA.

Estás circunstancias humanas marcan a fuego la actitud del implicado, ponen su fe a prueba y su fortaleza interna está por demostrarse.  Cuando no hay nada que hacer más que aguantar lo que sucede, la persona tendrá que encontrar su verdadero aplomo, ese que no se conocía hasta ahora. Sobrevivir a estás profundas crisis, no es cosa sencilla, parecería que el equilibro personal se tambalea, que la dignidad antes conocida se hubiese esfumado, parecería que no queda nada de lo que uno fue. 

 

El dolor de lo irresoluble mina el autoconfianza, hace que la persona pierda la perspectiva de lo que está sucediendo, y hace que olvide los recursos personales que antes eran una constante en su vida. El dolor tiñe todo de gris, y al hacerlo el panorama es nebuloso, como un día de niebla, las formas se desdibujan en una penumbra que parecería no disiparse.  Esos tiempos difíciles le conducen a la persona hacia adentro no en busca de respuesta porque todo está confuso, más bien lo que se busca es protección, es como que el corazón estuviera a carne viva, vulnerable; mientras lo de fuera se percibe extraño, lejano, muchas veces sin sentido, en los momentos más álgidos incluso como agresivo.

SOLTAR.

Comprender el dolor emocional extremo como parte de la vida, no es una tarea fácil, creeríamos que estamos destinados para ser felices, y en esos momentos no contemplamos otra cosa como posible, tal vez es mejor así porque vivir una vida pendientes de un dolor futuro, lo único que haría es llenarnos de temores.  Sin embargo cuando el dolor se presenta, ya no se puede negar esa realidad, es lo que es, y está ahí sin ninguna posibilidad inmediata de cambio.  Asumir que ese momento crítico simplemente se ha dado, es una cuestión muy grande para ser asumida.  Creo que pone a prueba la valoración de nuestro ego, y nos centra en lo que realmente tiene valor, más allá de cualquier expectativa.

 

Darse cuenta que la vida no está comprada, y que en cualquier momento lo que dábamos por sentado puede que ya no esté, aprender que no somos tan agradables o deseables para que alguien que queremos nos quiera, reconocer que nuestros sueños pueden ser maravillosos pero que no necesariamente tiene que plasmarse en una realidad, y que todo esto no nos corresponde sostener más allá de nuestras fuerzas.  La gran lección será aceptar que la vida es tal y como se pinta, y que por más que insistamos lo que no tiene que ser no será.  Soltar la idea de engrandecimiento que todo lo que queremos lo merecemos y lo tenemos que tener es una gran batalla en estos tiempos de soberbia.  Algunos místicos lo llaman desapego, otros lo conocen como principio de realidad, tal vez cada uno tenga que encontrarle un nombre propio, para lo que la vida nos exige soltar.

TAL VEZ...

Después de soltar algo tan grande sentimentalmente, no seremos los mismos, algo cambiará para siempre en nuestro interior, tal vez perdamos algo de ingenuidad o toda, tal vez nos volvamos más realistas, menos centrados en nosotros mismos, es posible que el dolor nos haga descubrir cosas que no sabíamos de nosotros, cosas que nos permitan transitar el resto de nuestra vida con mayor aplomo, con una dignidad centrada en nuestra humildad para caminar por la vida, tal vez encontremos que lo que realmente tiene sentido es aquello que entregamos a otros y lo que otros están dispuestos a compartir con nosotros libremente, tal vez nos demos cuenta que no importa la cantidad de tiempo, sino la calidad de aquellos encuentros que llenaron nuestro corazón de tanta alegría.  Tal vez después del dolor podamos despertar con una sonrisa de gratitud, por todo aquello que hemos tenido sin merecerlo, sin planificarlo, sin lucharlo, y que ha valido la pena que esté. 

 

Dra. Isabel Ayala Vera.

PSICÓLOGA CLÍNICA

INGENIERA COMERCIAL

+593996050245

Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia