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EL TEMPO DE LA PSICOTERAPIA.

Los procesos en la naturaleza tienen un tempo propio, un tempo que no puede ser acelerado ni enlentecido, pues corresponde al desenvolvimiento de la vida, con una cadencia que está implícita en su núcleo.

La búsqueda de psicoterapia puede surgir por una variedad de razones, sin embargo es muy frecuente que en su gran mayoría estén teñidas por el sufrimiento, este puede ser tan fuerte que conduce a la persona a buscar y a buscarse a sí misma para poder resolverlo.  Luego de este primer acercamiento al cuidado de uno mismo puede que el objetivo de aliviar ese dolor de paso a otras posibilidades antes no contempladas referentes al autodesarrollo. El proceso de cada persona es único, aunque existan circunstancias similares, estados de ánimo parecidos, el desenvolvimiento de los conflictos existenciales tienen un tempo propio para cada uno.

UN LUGAR DE ENCUENTRO.

Sí;  las personas se acercan generalmente al consultorio psicológico en busca de alivio, la frase frecuentemente repetida por los consultantes es: “ya no puedo más”.  La persona ha hecho su propia lucha a solas por mucho tiempo, ha intentado todo lo que tenía a mano; sin embargo la situación interna o externa persiste con tal contundencia que parece inamovible.

 

En este primer momento, lo que pasa en la consulta es que se vuelve un lugar de contención, de expresar, de llorar y enojarse por lo que se siente, de darse cuenta de la decepción, de la frustración, del desencanto; se convierte en un lugar en el que es posible, tal vez por primera vez en la vida  escucharse a uno mismo, percatarse de lo que duele y empezar a comprenderlo.

 

El dolor socialmente es visto  como algo que estorba, que interfiere, que no debería suceder; llegar a comprender que a veces la vida trae dolores que no se los puede dejar de sentir aunque eso se quiera, convierte al consultorio en el lugar de decirse la verdad, sobre uno mismo, sobre los sueños y anhelos, sobre las penas y tribulaciones, embodegadas tal vez por mucho tiempo, para vivir como los otros esperan que se lo haga; aceptar que sentir dolor es algo normal es el paso indispensable para poder continuar y empezar a salir del hoyo de la desesperación.  Lo que pasa en ese momento puede ser contenido en este corto párrafo, sin embargo el tempo personal para que eso suceda, es otra cosa.  Desarrollar la paciencia y la tolerancia con uno mismo es una tarea ardua, posiblemente antes no contemplada.

 

 

Darle lugar al sentimiento aunque no se lo comprenda, darle lugar al sufrimiento aunque se lo quisiera eliminar, darle lugar a lo vulnerable de cada uno, aunque se haya aprendido a ocultarlo. Este primer momento es un momento de reparación, es un momento que lo que había y se rompió se vuelve a unir, pero no de la misma forma.

paciencia con uno mismo.

El desafío primero de esta etapa es desarrollar la paciencia para que el alivio llegue, darse la posibilidad de trabajar en uno mismo para que esto suceda; permitirse ser bondadoso frente al propio dolor; no desertar buscando soluciones mágicas, que no implican trabajo propio o que extirpen lo que estorba. Habrá gente que pasará de  un tratamiento a otro, y con eso perderá la esperanza en sí mismo y en su circunstancia; es posible que esta búsqueda de solución sin asumirse, echando la culpa a otro o a las circunstancias, genere una fantasía peligrosa; una lucha que excluye la propia transformación sólo traerá desgaste que puede llegar a durar décadas, quedándose simplemente en la queja y la victimización.

DESPUÉS DEL ALIVIO.

 

Se ha encontrado lo que se venía buscando, el anhelado alivio se ha dado  de forma paulatina a través de la terapia, el consultante siente que le ha vuelto el alma al cuerpo, la crisis va menguando, y la sensación de bienestar ocupa más espacio. 

Una vez pasado el pico de la crisis, el escenario posterior al alivio inicial, puede tener dos rostros, uno de ellos es que para la persona con el alivio sea suficiente, al fin y al cabo eso es lo que buscaba, en ese momento puede incorporarse a la vida diaria de una forma más estable; dependerá mucho de cada uno si esta experiencia vivida deja un aprendizaje que permita mayor madurez o simplemente es algo que le paso y no se sabe bien por qué.

 

La otra posibilidad que puede suceder es que se haya producido a través de la crisis y los esfuerzos de la persona por superarla un importante movimiento psíquico que haga que se considere el sincero deseo de conocerse más, e inicie en la persona un real interés por sí misma y por su búsqueda personal; entonces la terapia toma un rumbo que va más allá del alivio, hacia el autoconocimiento.

EL TEMPO DEL AUTOCONOCIMIENTO.

Las personas que deciden optar por el autoconocimiento, generalmente no se conforman con resolver o aliviarse frente a la situación que los aqueja, sino que descubren ciertas parcelas de sí mismos que antes les eran desconocidas y que ahora puede explorarlas con profundidad.  Cada vez hay más persona interesadas por comprender su propia psique, por responsabilizarse de su vida y ejercer su libertad de acción.  Para cada persona el proceso se desarrollará de una forma única, este no será un camino liso, se tendrá que insistir más allá de las presiones internas y externas que minusvaloren su intento de profundizar en sí.  Ya que optar por el autoconocimiento no es simplemente reconocer lo mejor que se tiene y que no se sabía que se tiene; aunque también es eso, para encontrar los tesoros creativos que guarda nuestra personalidad; antes que nada se tendrá que atender aquellos aspectos de sí mismo, inmaduros o menos desarrollados, negados o rechazados.  Pues el autoconocimiento implica completarse, y ser completo es conocer la luz y la sombra presente en uno.

AUSENCIA DE EXPECTATIVA.

Puede sonar extraño hablar de no tener expectativas previas al proceso de autoconocimiento, simplemente porque la sociedad actualmente espera y a veces exige que se tenga expectativas para todo y que además se las cumpla, y que se ajusten a los cánones que la sociedad dicta como éxito.  Pero el autoconocimiento es ir más allá de lo que la sociedad nos ha vendido como normal y que no es más que una normosis de tantas que se imponen en lo cotidiano como verdades.  Entonces muchas veces el acto de hacer psicoterapia es remar contra corriente, es descubrir los propios diálogos internos, las propias ideas sobre la vida, hacerse preguntas que antes no estaban disponibles. Y todo esto para encontrarse a uno mismo frente al proyecto más importante, la propia vida.

 

Dra. Isabel Ayala Vera.

PSICÓLOGA CLÍNICA

INGENIERA COMERCIAL

+593996050245

Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia