¿Has caminado entre la bruma?. Cuando su espesura lo cubre todo, se desliza entre las formas del paisaje y llena los espacios vacíos, de repente la bruma lo es todo, no hay forma de ver más allá, incluso se llega a dudar que haya algo más que la densa capa que se presenta frente a tu mirada. La melancolía es un estado de ánimo que aparece muchas veces inadvertidamente como la bruma en el bosque. Si te sumerges en la bruma, el camino se vuelve confuso, es difícil decidir hacia dónde moverse, ya que no puedes divisar hacia dónde ir. Tus sentimientos y pensamientos se cubren por la bruma de tus temores, de tus dolores, de tus renuncias, de lo no resuelto y ahora la desazón de lo pendiente se cuela inevitablemente a través de las rendijas de tus dudas.
En los paisajes de montaña con frecuencia nos encontramos con la bruma, en los tránsitos de nuestra vida también nos encontramos con esos sentimientos brumosos de melancolía, que ahora son tan desprestigiados por la ola de frases cliché que te imponen una actitud positiva, una acción proactiva, la mejor versión de ti; te impelen a vencer el miedo o desechar la melancolía, a alcanzar el éxito, a ser un triunfador, y otras muchas más por el estilo que se centran en una visión egocéntrica y perfeccionista.
Pero cuando la bruma llega, nada de lo que se ha desarrollado en el nivel más superficial de tu personalidad servirá, porque algunas veces la melancolía es un llamado desde los rincones más profundos del alma.
LO INEVITABLE.
Cuando nos encontramos frente a lo inevitable, inmóviles frente a lo que se impone a nuestra voluntad, la sensación de no poder ver más allá, es la única certeza. ¿Qué sucederá con lo que creíamos seguro, con lo qué dábamos por hecho?. Nos encontramos en el lugar donde cualquier paso dado no nos conduce a ninguna parte.
¿Has visto la bruma en la carretera? Es una paradoja, si continúas corres el riesgo de dañarte y si te detienes también. Hay momentos en la vida que la bruma te detiene, en ese espacio, en ese momento en el que nada se puede cambiar, porque la posibilidad de cambio no te pertenece enteramente, porque aquello que tenía significado se ha descolorido frente a tus ojos sin poder detenerlo.
A veces aquello que sucede en tu vida, no fue deseado, no corresponde a tus acciones, ni tiene nada que ver con tus pensamientos, no tiene coherencia con tu vida. Nada de lo que hubieses hecho, nada de lo que hubieses dejado de hacer puede cambiar lo inevitable.
LA SOLEDAD.
Sí has estado entre la bruma en algún momento, no puedes dejar de percatarte de la pequeñez de la presencia humana frente a la inmensidad. ¿Te has perdido alguna vez en la montaña? Es una sensación sobrecogedora, esa sed de aventura se transforma rápidamente en un sentimiento de orfandad, hay momentos en la vida, que aunque te rodee mucha gente, las circunstancias te exigen que enfrentes los riesgos en solitario. Riesgos para los cuales nadie te preparó, de los cuales no habías oído antes, riesgos que parecen sobrepasar tu fortaleza.
NADA QUE HACER.
La bruma ha llegado, empaña tu actitud frente a la vida, la penumbra ha penetrado en cada pensamiento, los sentimientos son tan confusos porque apenas te puedes percatar de ellos y por último tus acciones son torpes, insignificantes.
Día tras día tu estado de ánimo ha tomado un tono gris, el tedió y el desánimo ahora son frecuentes, hay una tendencia al aislamiento, no hay suficiente piel para exponerse al mundo de afuera. Simplemente te encuentras en medio de la bruma.
LO NORMALMENTE HUMANO.
En la era actual con todos los avances científicos y tecnológicos, que muestran el poder del ser humano, un poder que se extiende sin miramientos a dominar todo ambiente, en cualquier momento, al antojo del que lo puede pagar. Se trata también de dominar la procesión que va por dentro, se trata de maquillar las emociones, los estados de ánimo inconvenientes, el léxico popular habla de la melancolía natural de la persona como algo que se debe extirpar, como si fuera una vergüenza, un rezago de tiempos menos sofisticados. Y se medica para acallar aquello que nos hace ver como humanos. Cuando esta voz insatisfecha se silencia con ella también la posibilidad de transformación verdadera que surge desde las entrañas de tu ser.
CONOCER LA PROPIA MELANCOLÍA.
Todos los seres humanos, tenemos plasmado en nuestro código emocional la posibilidad de la melancolía, ese estado de ánimo pasajero e incomprendido, en el que en medio de la insatisfacción por alguna situación de la vida o por algo que ni siquiera lo podrías verbalizar aparece de repente, y te lleva a la soledad y al silencio; te sumerge en la penumbra de tus propias contradicciones, ese momento que parece prologarse sin tiempo, es ahí cuando tus sentimientos se te revelan auténticos, cuando tienes un espacio atípico para la reflexión, para la maduración de tus ideas y de tus sentimientos, cuando las máscaras y las poses se caen y dan espacio a lo verídico de ti; es en ese espacio sin tiempo que nace la creatividad, porque la creatividad viene de algo más antiguo que tu propio ser, que se gesta a través de tu melancolía y sin embargo no te pertenece; es el acto trascendente que surge del sufrimiento de tu condición humana y que dignifica tu transitar por la vida. Esa creatividad te renueva, te transforma, trae consigo la preciada madurez de tu propio reconocimiento, bienvenida sea la melancolía que nos permite sentir la vida.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
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