Hay veces en que la vida es como el oleaje del mar, va y vuelve, en ese movimiento puede traer a nuestras orillas algo inesperado, valioso, algo que nos puede cambiar, pero esto puede llegar en un momento supuestamente inconveniente. Entonces la decisión se centrará en dejar eso que la vida trae porque no estamos preparados para vivirlo, o armarnos de valor para asumir el reto.
Alguien dijo que hay oportunidades que sólo vienen una vez. Y si fuera así: qué hacer con nuestro miedo al cambio, a la incomodidad, a que nuestra vida se transforme, qué hacer con todas aquellas variables que no nos son posibles controlar. Si esperamos el momento perfecto o menos que eso, un momento en que tengamos la predisposición suficiente para vivirlo, tal vez sea tarde y hayamos perdido la oportunidad. Y podemos pensar que ya habrá otra ocasión en que tal vez estemos más listos o más disponibles. Puede ser, sin embargo lo que hemos dejado ir no vuelva.
LA VIDA TE RESPONDE TAL COMO LA LLAMAS.
Qué pasaría si esa supuesta situación que se ha presentado como una sorpresa en la vida, y que al mismo tiempo que nos aturde nos gusta; fuera un deseo no reconocido pero patente de nuestro ser. Y que el acto de hacerse palpable frente a nuestros ojos es una oportunidad de experiencia y de desarrollo personal. Tal vez si hubiera esa certeza le daríamos más oídos, y encontraríamos más coraje para hacerle frente y vivir lo que la vida propone.
Desde el punto de vista de la psicología profunda se piensa que todo lo que sucede fuera, primero ha sucedido dentro y que el exterior es un espejo del paisaje interno. Entonces la experiencia o suceso describiría una cosa no reconocida que sucede por una razón de desarrollo psíquico y que tiene una importancia invaluable si la llegamos a comprender.
Llegar a esa comprensión rara vez se puede dar fuera de terapia, simplemente porque los seres humanos tenemos un punto ciego psíquico que oculta cosas de nuestra mirada. Y que como medida para mantener el status quo y no incomodarse con el cambio estamos provistos de una serie de mecanismos de defensa que nos permitirán sin mucho trabajo, hacernos de la vista gorda para dejar pasar aquello que se volvería un reto de alguna manera.
DEJAR PASAR.
Claro no nos preocuparíamos de nada, sí tan sólo fuera que dejamos pasar la oportunidad y nada más sucede, pero nuestro ser más profundo no nos lo va a dejar tan barato. Entonces hay persona que llegan a consulta con síntomas que aparentemente no corresponden a nada. Todo aparentemente está bien, ha estado bien hace mucho tiempo, y no hay ninguna razón para esas molestias psicológicas.
Sin embargo al indagar un poco más y como una respuesta a la ligera, aparece un tema inconcluso, algo valioso llegó a la vida y la persona no tuvo las agallas para vivirlo. Claro no relaciona su falta de sueño, sus problemas digestivos, sus ansiedad creciente y mucho peor la tristeza que aparece de la nada con esto. Uno o varios síntomas pueden perturbar el supuesto equilibrio. Y buscar una solución de eliminar el síntoma en lugar de darse cuenta de dónde viene, es muy común.
INDAGAR EN UNO MISMO.
Cosa difícil, aunque nos sentimos cerca, demasiada cercanía no permite ver el contexto. Y lo que hay que ver tal vez requiera de una dosis de paciencia y determinación. Ya que verse a uno mismo y las absurdas justificaciones que nos damos para convencernos que la decisión tomada es la más coherente, a veces es ridículo. Porque si pensamos que con el autoengaño nos bastará para no echar de menos aquello no vivido. Craso error, en el fondo sabremos que hemos elegido la comodidad al crecimiento, el estancamiento al cambio, la cobardía al valor, lo seguro frente a lo desconocido. Y a todos podemos engañar menos a nosotros mismos. La traición que uno mismo se propina es la peor de todas porque no tiene posibilidad de escape. Sin embargo como siempre podemos optar también por ello porque es nuestro derecho, tener la libertad de elegir y con ello construir la vida desde nuestras decisiones.
Dra. Isabel Ayala Vera.
PSICÓLOGA CLÍNICA
INGENIERA COMERCIAL
ANALISTA JUNGUIANA
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