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UNA MIRADA TRANSFORMADORA

¿Qué es lo que se encuentra en lo profundo del alma?

 

Creo que es aquello sagrado del ser humano, su capacidad de ternura, de sentir afecto, de dar cariño, el amor que se entrega o el erotismo que se comparte.

 

¿Pero cómo será que esto tan hermoso se llega a manifestar y a sentir, a percatarse que está presente como una posibilidad de interacción, cómo puede hacerse esto palpable en la vida?

 

Es probable que ese misterio sea precisamente lo que le da el tinte de profundidad a lo que uno puede llegar a sentir, sí porque es el sentir el que toma el primer plano, ya no estamos en la esfera de lo racional, hemos abandonado nuestra cordura, y ahora el anhelo de aquello que se presentó de forma súbita lo abarca todo; porque aparece recurrentemente interrumpiendo cualquier cosa que nos hallemos haciendo, nos invade la ilusión, la nostalgia, la esperanza, y muchas veces una infinita añoranza desconocida hasta entonces.

 

Porque esto tan maravilloso para el alma se evidencia con tanta fuerza únicamente con el encuentro con otro, un otro que por alguna razón desconocida a nuestra conciencia ha sabido activar emociones y sentimientos profundamente ocultos.

 

Este caudal de energía emocional puede fluir en esa conexión, pues necesita a dónde llegar, para poder hacer el camino y descubrir lo que se guardaba dentro.  Unas veces desconocido y otras apaciguado o dormido por las demandas de la vida práctica.  Sin embargo la naturaleza propia, tarde o temprano se verá instada a reconocerse a través de la coincidencia de dos, saldrá a flote lo que le es natural y que urge expresarlo.  Y es así como el encuentro se convierte en un pretexto para verse uno mismo y cuestionar el camino elegido, y el otro es un espejo donde uno puede mirar aquello supuestamente olvidado y urgente de ser tomado en cuenta.

 

En ese momento lo que haya que perder, ya está perdido; pues no se podrá detener lo que está sucediendo; sin embargo aunque el riesgo es grande, la ganancia no es menor, volver a la expresión espontanea del ser, que ha sido movilizada inesperadamente; estar en cuerpo y alma presente en la experiencia, abrirse a lo nuevo como una posibilidad gratificante de renovación.

OLVIDARSE DE UNO MISMO.

Hay periodos de la vida donde estamos desconectados de la magia del encuentro, que nos  olvidamos de nosotros mismo, de nuestros sueños, de nuestras necesidades.  Sucede cuando la vida se vuelve una cuestión a resolver.  Estar fijado en el problema, es una práctica común, más cuando uno ha adquirido obligaciones, esas que llegan con la vida adulta.  Quedarse en el drama ajeno, a veces es una cuestión de costumbre, porque todos lo hacen; sin ninguna reflexión al respecto. 

 

El problema es que ese drama probablemente no esté en nuestras manos resolver; sin embargo es capaz de arrebatar toda energía creativa disponible en búsqueda de una quimera.  Si lo pensamos mejor podría toda esa energía estarse usando en otra cosa más creativa.

 

Al ser el drama no propio sino del otro inevitablemente tendrá que volver a su origen, claro sí se lo suelta, tan sólo se precisa abrir las manos y dejarlo, comprendiendo que no tiene ningún sentido seguirlo sosteniendo.

 

Por eso el encuentro inesperado es valioso, porque tiene la facultad de llevarnos a evaluar una aparente situación sin salida, puede ayudarnos a reconocer que solamente en nosotros está la posibilidad de la transformación, que sí tenemos aún las agallas de jugarnos por una vida mejor, que sí es posible buscar otros caminos más satisfactorios, que a pesar de todo lo que hemos perdido en el camino, lo esencial todavía sigue vigente, y que desde ahí todo es posible.  La conexión con una circunstancia nueva de vida sólo es un pretexto que nos permite hacernos las verdaderas preguntas, y al buscar las respuestas, sentir la vida una vez más.

 

Tal vez llegar a reconocer esto de forma fortuita sea uno de los secretos de la libertad, pero no es gratuita, se tendrá que pagar el precio por ser uno mismo, y ese siempre es un riesgo; mucho más cuando se tiene que desmantelar lo que ha caducado.   Hacerlo implica dejar las ficciones que encarcelan el alma, esas que están teñidas por exigencias externas, para acceder a la preciada libertad se tendrá que lograr verse con más honestidad.

SIN VUELTA ATRÁS.

¿Qué se puede perder en este intento?  Tal vez las mentiras que enmarcan nuestra vida como mandatos que en un lavado de cerebro permanente nos alejan de nuestra verdad, una verdad que no le corresponde a nadie más que nosotros encontrarla y darle un lugar de expresión en nuestra vida.

 

No es necesario el escrutinio ajeno cuando los elementos de valoración se encuentran dentro.  Rehusarse a ser encasillado es un acto de independencia y valor, que será recompensado con amor propio.  Acaso está no es una victoria que merece ser festejada sin restricción.

 

Nos encontramos solos frente al camino de nuestra vida, tiene que ser así para reconocer que efectivamente lo podemos transitar con dignidad, sin espejismos ni atajos.  Agradecer el proceso por confuso que sea, honrar el encuentro transformador que dinamizo el llamado y ver en el cambio una fuente de crecimiento.  Desacomodarse para experimentar de lo que uno es capaz.  Permitir que el tesoro de lo auténtico tenga su lugar.  Saber que eso que está cambiando no se lo puede detener y que precisamente ahí radica su riqueza.

 

Dra. Isabel Ayala Vera.

PSICÓLOGA CLÍNICA

INGENIERA COMERCIAL

+593996050245

Los derechos del texto y las fotografías son de Paola Isabel Ayala Vera. Se puede citar el presente artículo con la debida referencia